lunes, 12 de marzo de 2012

Oda a la no quietud



La violencia colonial no se propone sólo como finalidad mantener en actitud respetuosa a los hombres sometidos, trata de deshumanizarlos.
Jean Paul Sartre[1] 


La esperanza de algunos escritores ha quedado ensimismada en prosas filosas, que no sujetas a correcciones se ponen al servicio de una resistencia. Ahí están golpeándoles la puerta a los lujosos intelectuales que se casan con su sillón, que abarrotados a la comodidad disparan algunas soñolientas palabras con algún fin de lucidez. El lenguaje de los pudientes de la lengua, nos sigue encorsetando en formalismos, apegados a cierto coloniaje de una forma correcta para la expresión. El miedo seca la garganta y el agua esta retenida en un solo lugar, ¿qué vamos a ser. Deshidratarnos en el temor? Las palabras son la salvación. En esta disputa por la significación tendremos que saber decirle basta a ciertas naturalidades y deconstruir, ese manto sublime de mercenarios al mejor postor.
¡Basta de callar!
No podremos reposarnos siempre en “expertos de la palabra”, porque seguiremos siendo engañados. Los pelafustanes del discurso intercambiable, disputan por ser los más apuestos y funcionales. Esos acólitos, cabeza nublada intentando poner un manto de piedad, con caridades remuneradas. Deconstruir, dudar y volver a rezongar, para echar atrás a esos atropelladores del sentido. La duda es la pata inicial de la filosofía, con ella se empiezan a desandar los caminos más intocables de la autoridad. La filosofía no puede tener fe en nada, porque se acabaría la reflexión.       
Las palabras son temperamentales a la hora de definir un destino que se pueda encauzar, son las que preceden y advierten la cosmovisión de tu verdad. Es por eso que implorar obediencias a través de un discurso siempre es más sustentable que hacerlo a viva voz, porque los trasfondos se sujetan al reino de las figuras que adornan y acomodan el sintagma. La filosa y enmarañada cultura que nosotros no ponemos en cuestión, se vuelve paternalista en el trajín cotidiano e impone un abanico de posibilidades paradigmáticas, con las cuales uno cuenta para construir opiniones.
El campo esta acaudalado de frases maravillosas que añoran inclinar la cancha para un solo lado e intentan conquistar las subjetividades ofreciéndoles el cielo eterno. Mirando hacia atrás siempre me encuentro que todo gira alrededor de la contradicción, no hay un planteamiento consecuente o tan solo regular en la forma de vida de los seres humanos, solo hay relaciones artificiales con objetivos específicos y metas monótonas. Es que si esto sigue su cauce terminaremos abatatados en músicas monocordes, ajenas a enriquecer la pluralidad.
Es muy molesto para aquellos de cuello blanco, provocar algunos desajustes a su planificada estructura de cómo pensar y vivir. Dueños de todo cada vez quieren más, es por eso que nos enseñan a hablar su lenguaje, a conocer sus modismos de buen burgués. Las conciencias están muy bien trabajadas por estos empresarios de los signos, que ni siquiera se nos generan preguntas. (Mira si un sábado a la noche me voy a poner a indagar, quien es dios o cual es el por qué de la humanidad…no no, esos son malos pensamientos, que tan solo se le pueden ocurrir a un delirante que no tiene actividad sexual. La semana fue ardua, ni loco me pongo a reflexionar. – ¡Búscate una mina y déjate de joder!- te dispara un coolnight) y así podemos seguir hasta llegar a lo que somos hoy. Unos pichones satelitales y con acceso a nada.


[1] Prologo a los condenados de la tierra, de Frantz Fanon 

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