- Tan solo son 43 años de mierda, no
puedo estar tan atormentado con mis fantasías de que soy un frustrado más – decía algo compungido Filisteo Romano. No
había nada que pudiera calmar la desesperación psíquica que venía sufriendo
hacia más de una semana, todos los días cuando llegaba de trabajar pasaba lo
mismo: Primero, se sentaba unos minutos en el sofá añejado del comedor, a
meditar si se pegaba un tiro o creaba una bomba casera que detonara todo su
entorno más cercano, luego prendía el televisor y puteaba a todo político que
se le aparecía en la pantalla. Le daba grandes sorbos a su cerveza y
atropellaba su pantalla cuando veía carne en exposición – Una de esas sí me
haría feliz de verdad, cuanta puta suelta que hay – soltaba medio entre dientes.
No había un día de armonía en su vida, todo era un devenir apocalíptico que le
indicaba que su estúpida lucha por sobrevivir era en vano y ajena a lo que él
verdaderamente quería.
Filisteo era un hombre solitario que
hacía casi diez años que no tenía contacto con ninguna mujer, él decía que ya
no lo necesitaba que eso era uno de los mayores problemas del hombre. Después
de que se separo de su mujer no supo nada más del contacto femenino, se la
pasaba a películas y novelas negras norteamericanas – que boludo son estos
pibes de la nueva era, no entienden nada de cine, su época de oro estuvo en los
70 en Estados Unidos. No entiendo que mierda es eso de efectos especiales y lo
tridimensional, no me canso de repetirlo, apocalipsis
now es una clase magistral de cómo se hace una transposición en el arte
cinematográfico – eran las clásicas
reflexiones que solía hacer en sus charlas de bar con algunos amigos que le
hablaban de lo último que habían visto en la pantalla grande.
Los amigos los veían muy solo –
Filesteo, estas cada vez más desquiciado. Vos sí que necesitas una mina – Decía
unos de sus amigos algo sorprendido por las incoherencias que le escuchaba
decir. Ellos solían juntarse todas las tardes en el mismo bar a tomar un café,
pero Filisteo siempre llegaba tarde y con una revista pornográfica debajo del
brazo. Él siempre justificaba esa compra diciendo que le intrigaban mucho la
vida de esas mujeres – Uno de estos días cuando junte algo de plata, me voy
llamar a una de estas escort para que me hagan un poco de compañía –. La preocupación
de sus amigos le producía risa, porque no podía entender el motivo principal de
cuál era el problema que ellos veían en él. De manera que cuando se empezaba a
poner tediosa la mesa, buscaba cualquier excusa para irse. Fue así que ese día
se levanto de la mesa como hacia siempre que se molestaba con lo que escuchaba
y se fue a su casa, mientras iba en camino a unos metros de llegar se encontró
con una muchacha que estaba tirada en la esquina, con algunos moretones y un
poco de alcohol encima.
- ¿Qué te paso, puedo ayudarte?
- Nada, lo mismo de siempre. Mi
marido piensa que lo engaño con su mejor amigo y siempre me pega. Yo ya estoy
harta de sus malos tratos, lo único que me calma es este wishkie barato que
siempre me robo de la tienda.
- ¿Pero por qué piensa eso, ya lo
has engañado?
- No, jamás le haría eso pero me
tiene desconfianza, además toma mucho y cuando se pone muy borracho me quiere
hacer cosas como si fuera una puta y como yo no se lo permito, me dice que es
porque lo estoy engañando.
- Bueno vamos a mi casa, así te
arreglas un poco y comes algo. Tienes muy mal aspecto, parece que vienes
tomando de hace varios días – Dijo casi lamentándose por la situación.
- Vamos pero rápido, porque si mi
marido me ve que estoy caminado con un hombre, estamos jodidos los dos.
Atemorizada porque su marido no
estuviera detrás de ellos, se tropezó con un cordón al cruzar la calle y se
llevo por delante un árbol. Ella miraba para todos lados, no podía dejar de ver
la cara de su marido y por más que él intentaba darle tranquilidad, la
desesperación iba en aumento. Cuando por fin llegaron luego de las peripecias
realizadas, ella respiró dando un tumbo en el sillón y con la mirada fija en un
cuadro de Miró que había en una de las paredes del living – ¿te gusta la
pintura? – Preguntó la mujer, olvidando por un momento lo sucedido.
- Si me interesa, pero a la que más
le gustaba y se dedicaba a eso era a mi mujer.
- ¿Eres viudo?
- Si, mi mujer murió hace diez años
de un paro cardiopulmonar a causa de una sobredosis de cocaína. Igualmente si
no te molesta, quisiera no hablar de eso porque me hace muy mal.
- Bien, te pido perdón si te
incomode.
Luego de esa infortunada pregunta,
ella quiso salir del tema y le pregunto si podía darse un baño. Filisteo,
entonces se puso a cocinar dejando que su cabeza volara por un instante,
presintiendo que algo de todo lo que sucedía podía ser satisfactorio, es decir
por un instante imaginó en volver a recobrar el sentido por una mujer y se pensó
con ella en la cama, después de una grata cena. La comida se cocinaba con
éxito, no era su mejor arma la cocina pero había puesto mucho esfuerzo, después
de tanto tiempo había vuelto a sentir deseos hacia una mujer. Mientras cenaban
hablaron un poco de la situación que atravesaba con su marido pero él no quiso
darle tanto lugar a eso porque sabía que lo importante era otra cosa.
Claramente fue inevitable que ella no se descargara con respecto a todo lo que
venía sintiendo, eran muchas las agresiones sufridas. No tuvo más remedio que
escuchar todo, haciendo a un lado su plan de que eso durara un instante.
- Cuando teníamos relaciones, me
hacia jugar a un juego que había denominado “caño frio en el ortex”….
- ¿Cómo es eso?
- Teníamos sexo de parado y me decía
que me cogía por la vagina con su pene y por el ano me metía su pistola más
preciada, la 9. Al principio no me resistía porque le tenía mucho miedo, más que
ahora, entonces lo complacía en todo. Hasta que un día debido a que todos los
días tomaba bebidas cada vez más fuertes, se empezó a poner más violento y me
lo hacía con más vehemencia, no paraba hasta que me sangraba. Siempre me decía
lo mismo “antes de que te rompa el culo otro te lo rompo yo, puta de mierda”…
- ¿Pero nunca lo denunciaste por abuso
de tu voluntad?
- Nunca me anime por ese miedo que
te dije que le tenía, lo único que empecé a hacer fue dormir con un cuchillo
debajo de la almohada y en camas separadas. A él no le importaba que haga eso,
me burlaba por mi falta de coraje, hasta que una noche salió como hace
habitualmente y decidí irme a la calle. Hace una semana que no lo veo. Dormía
en donde podía y sobrevivía robándole a los chinos comida y alcohol…
No sé que se te dio por ayudarme
pero valoro mucho tu acto, has sido muy humano. Nadie de todos estos días que
estuve a la intemperie se dignó a preguntarme qué era lo que me pasaba. La
gente es cobarde, no se entromete en nada si no tiene que ver con ellos, te ven
como una nada y te tienen lastima, después llegan a sus casas prenden la televisión
ven culos, tetas, alguna serie yanqui o prenden sus computadoras para saciar
sus vacios en redes sociales frías, ajenas y miserables y se van a dormir.
Como no podía parar de llorar, él le
sirvió un trago de su mejor vino y le ofreció un chocolate que le habían
obsequiado en su trabajo – No sufras, mejor ve a descansar y mañana será un
nuevo día – bebió el vino con gran entusiasmo y sin pensarlo se abalanzo sobre
él, besándolo con gran pasión. Como era de suponerse no durmieron en camas
separadas sino que durmieron juntos, esa noche fue un acto de desmemoria,
ninguno de los dos mientras estaban juntos pudieron recordar todo su historial,
todo se desarrolló casi instintivamente, se desmadró. Tal es así que la chica
le tuvo que pedir por favor que parasen un rato. – Dios, ahora sí que te creo
que hacía mucho de tu no contacto femenino – dijo ella de forma amena. Él se
levanto a buscar un poco de vino y puso algo de música para acompañar el
momento – Son las siete y media de la mañana, en un rato más me tendré que ir a
trabajar – dijo algo sorprendido. Se
cambiaron besándose todo el tiempo, ella se ponía y él le volvía a sacar,
estaba completamente enajenado con el cuerpo de la mujer – apurémonos o vas a
llegar tarde a tu trabajo – decía ella sonrojada.
Desayunaron un poco de café con
algunas tostadas y rieron, cómplices de lo que habían vivido. – nos vamos a
tener que ir nena, es una gran lástima porque me quedaría todo este día junto a
vos.
¿A dónde vas a ir ahora, ten
cuidado? – pregunto algo triste.
- No sé, a mi marido no lo quiero
ver más, finalmente se termino haciendo realidad lo que él supuestamente
pensaba que yo hacía. Lo llamativo de todo esto es que pensaba que yo lo haría
con su mejor amigo y lo termine haciendo con una persona que me ayudo en la
calle.
Quisiera verte de nuevo, cuando
podamos.
- Si, yo también. Lo mejor va hacer
que me esperes a que yo llegue de trabajar ¿quieres quedarte aquí mejor?
- Me encantaría pero ahora no puedo,
tengo que arreglar algunas cosas en mi casa y tengo que aprovechar ahora que mi
marido no está.
Mientras decidían que hacer, sonó el
teléfono. Al principio no quiso atender pero después ella le insistió,
diciéndole que por ahí era algo importante y atendió.
- Hola, ¿quién es?
- Soy yo Omar (es su mejor amigo), sabes
algo de una mujer perdida, porque anda un loco suelto por el barrio preguntando
por una tal, Marisa.
- No, no sé nada pero no le
preguntaste que paso – pregunto algo asustado.
- No, que se yo. Esta más loco que
una cabra, anda a los gritos pelados diciendo que su mujer lo hace cornudo con
su mejor amigo.
Cortó el teléfono de un golpe y un
poco aturdido por la situación, le dijo a ella.
- Me llamo un amigo y me dijo que tu
marido anda por el barrio como un loco, preguntado por vos.
- Mejor vayamos saliendo, no quiero
meterte en problemas. Yo voy a tratar de volver a la noche, ¿puedo?
- Si claro. Te pido que estés atenta
ahora.
Salieron de la casa mirando para
todos lados, para no darle lugar a ningún infortunio. Caminando hacia la parada
del colectivo que toma él todos los días, ella se paró un segundo a atarse los
cordones y quedó tapada por un auto estacionado. Por la vereda de enfrente se
cruzó un señor y le pidió la hora, lo miro unos segundos y en ese mismo
instante, sorprendido este señor, dijo: – ¿Filisteo sos vos, no te acuerdas de
mí? – Él se quedo unos segundos pensando y tratando de acordarse de su cara, -
Creo que si, ahora que te veo bien. Íbamos al colegio junto. Vos sos Gerardo!
- Si, exactamente. Qué casualidad
mira donde te vengo a encontrar. ¿Vivís por acá?
- Si, en esa casa de rejas negras
que está a mitad de cuadra.
En ese momento ella se levanta luego
de haberse acomodado y lo ve al señor;
- Mira, te presento a un amigo de la
secundaria – dice él con alegría
- Si, la conozco bastante bien a
ella, es mi mujer.
En ese momento se quedaron perplejos
los tres unos minutos, sin omitir palabra y se genero un instante de silencio
que parecía ser eterno.
-¿Quien de los dos me va a explicar
algo de todo esto? – dijo el señor cornudo, enardecido.
- La verdad que no hay nada que
explicar, yo no quiero ser más victima de tus ataques de furia, por eso acá en
este momento muy propicio te presento a mi novio, pero como estoy casada con
vos todavía no sería mi novio, entonces te presento a mi amante…
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