domingo, 20 de enero de 2013

Gritos de un Lumpen

¡Gritos!

Un hombre acodado en su egoísmo
Espera la cena
Y lo acompañan
sentimientos codiciosos

¡Gritos!

Se desmienten vanidades
que crean pestes perversas
una enfermedad sin nombre

Lumpen tosiendo humos rancios
persiste en agonías felices
sentándose en la oscuridad
reclama atención protocolar


martes, 15 de enero de 2013

El palestino


Algún hombre desgraciado a quien la
inexorable fatalidad persiguió con encono,
cada vez con más encono,
hasta que sus cantares, 
hasta que sus cantares fúnebres de su esperanza
tuvieron por único estribillo: ¡ Nunca! ¡Nunca  Más!
Edgar Allan Poe, El cuervo.





Escribir no era una tarea amable. Le costaba que otra gente leyera las palabras que depositaba en los papeles. Muchas de las personas cercanas a él, que habían tenido la oportunidad de leerlo, lo halagaban por su desempeño creativo pero nada de eso lo llegaba a convencer de que debía animarse a publicar alguna de sus historias. Varios años se mantuvo en la negación a publicar, hasta que apareció una muchacha; compañera de taller literario del cual participaba. Ella era la única persona con acceso a todos sus trabajos. Se desconoce el motivo real de esto. Hasta el momento, la cosa se daba de esta manera; Lecturas intimas.
Sus amigos insistían que era la primera vez que veían una actitud de estas características; afirman que se trata de un nuevo amorío, sino no hay explicación para tal entrega y desenvolvimiento. Como podía ser que todas las obras pasaran solo por las manos de esta joven muchacha.
Siempre que se reunían solían hacer algún chiste con estas situaciones, para conseguir un poco más de versatilidad para con ellos y lo único que conseguían eran rotundas ausencias sin previo aviso. Se enteraban al mes, porque no seguía yendo. Entre angustias sentía grandes deseos de ser leído, cuando esta mujer realizaba sus criticas a cada una de las cosas que escribía.
Mientras todos intentaban descifrar la cabeza de pluma tímida - así gustaba llamarlo su gente más cercana - este escribía día y noche, cualquier historia delirante, policial o de guerra. No le importaba como hacerlo, ni de que manera utilizaba las palabras. Tan solo escribía. Pasaba muchas horas en su habitación, así que cuando salia al sol, cubría sus ojos con unos lentes negros que solía usar cuando necesitaba plata. A la hora de comer, le resultaba más productivo narrar una historia de un gran comensal, antes que cocinarse. En tres meses perdió diez kilos. La cara mostraba una mandíbula muy pronunciada, cuando siempre había tenido una fiel papada. Y los ojos tenían una cobertura negra que se arqueaba casi hasta los pómulos; la gente creía que era maquillaje. Algunos extrañados, al verlo así, le preguntaban si estaba usando algún maquillaje y lo que contestaba era: " le robo horas al sueño para escribir". Pasar las noches, constaban de cigarrillos mentolados, cervezas y varios libros de poesías. En general no tenía preferencias con la poesía pero siempre leía el mismo poema : El cuervo de Poe. Otras noches, cuando iba la muchacha del taller, se convertían en versiones modernas del imperio romano; gustaban de disfrazarse con vestimentas épicas o  hacer representaciones escabrosas de Romeo y Julieta, por ejemplo. O tal vez, alguna versión libre de alguno de sus cuentos. En una de esas noches de prontos placeres fue al baño, mientras ella limaba sus uñas. Como se demoraba bastante en salir, la mujer se levantó de la cama con una camisa que le llegaba por las rodillas y el pelo, totalmente revuelto. Hablaban  en voz alta, mientras observaba la estantería con libros y una de las bateas que había armado con discos antiguos. Detuvo su vista en uno de los libros, porque había una hoja que sobre salia y sin resistir a la más mínima tentación por averiguar de que se trataba, la sacó. Era la carilla de uno de los posibles finales de una novela. Cuando salió del baño la vio ahí parada y preguntó:

- ¿Que haces ahí? ¡No me gusta la intromisión! - dijo con ánimos de asustar.
- Perdón, quería saber de que se trataba esta hoja - estiró su mano para alcanzársela.

Miró con cierto asombro, como sin recordar haber escrito algo así. Cada párrafo que iba leyendo hacía expresiones de asombro.

- ¿De donde sacaste esto? - Preguntó un poco más relajado.
- De ahí - contestó, señalando el lugar.
- ¡Esto es fabuloso! Acá esta lo que estaba buscando para el toque final de lo que quiero publicar.
Ambos se abrazaron y sonriendo, ella en una expresión de cariño besó su frente. Quedó sorprendido, por esta reacción y desestimo cualquier confusión. Continúo hablando de lo que sería el lanzamiento de la publicación que haría.
- Quiero imaginar que antes de publicarla, voy a ser la primera que va a leerla - preguntó casi respondiéndose.
- Por supuesto. Solo que esta vez ademas de leerla, vas a escribirle el prologo - asintió.
- Tarea difícil, pero acepto el desafío - Respondió alzando su vaso con cerveza.

Dejaron el papel sobre la mesa, apoyándole un vaso con agua para que no se volara. Terminaron la cerveza que quedaba y derrotados en la cama, se durmieron. Tenían un arduo trabajo por hacer, ambos. Por un lado estaba la encuadernación del material para la publicación y por el otro, la escritura del prologo. Con un ojo entre abierto, por la música de tango que se colaba por la ventana, desde la casa del vecino, ella se levantó con muchas ganas. Preparó algo para desayunar y la maquina que utilizaba para escribir. Mientras tomaba su café con alguna tostada quemada, pensaba como enfocaría el prologo. El gato, debajo de la mesa, se frotaba entre sus piernas. Lo levantó y deslizo su mano por el lomo del mismo. El gato mostró su agradecimiento besandole la mano entre ronroneos constantes. Lo dejó en el piso y dando un mordisco a la tostada, comenzó a escribir algunas lineas. Al sacudirse las migas de las piernas, el gato entendió que lo estaba llamando y se subió a sus blanquecinas piernas. Lo volvió a poner en el piso con una expresión de enojo - " ¡Basta Palestino!" - y no hubo caso. En busca de más caricias, dio un salto a la mesa. Al ver esto, enfureció. Con un diario doblado intentó reprenderlo por esta acción y en fracciones de segundo esquivó la estirada que hizo con el diario, provocando que golpeara el vaso que sostenía a la hoja. Volcando el agua encima de la hoja, gritó muy fuerte y se le derramaron algunas lagrimas. Al escuchar todo el escándalo despertó de un salto. Cuando fue hacia la cocina, encontró la hoja con su final totalmente ilegible y a ella con la cabeza del gato en su mano.        



                 

miércoles, 9 de enero de 2013

Lecturas de baño

Grandes narradores cruzo por el colectivo, bares o esquinas. Hay gente muy bien dotada para contar y yo desde aquí debo agradecer eso, porque es lo que me ayuda cotidianamente para poder liberar algunas palabras en la hoja o más bien en la PC. Me parece que los libros con mucho contenido que uno termina leyendo en el baño, porque es el único momento que tenes para vos, empiezan a flaquear. De cualquier manera es inagotable lo que se puede encontrar en cada uno de ellos (estoy hablando de los libros, no), pero me he dado cuenta en la calle, que hay muchos narradores con facilidades, casi innatas diría, para contar. Los mejores escenarios están en los lugares donde frecuenta mucha gente. Por ejemplo, un colectivo. La otra vuelta volvía a casa, justamente en un colectivo (o bondi) y escuché una historia fabulosa. Más o menos la cosa venía así: Resulta que hay un yerno que deja malos olores cuando va a deponer, entonces la señora que le contaba a su amiga con mucha bronca cada vez subía más el volumen de su voz y se hizo muy difícil no prestar atención. Incluso era tan soez y a la vez divertido lo que escuchaba, que saqué el anotador y resalté algunas frases majestuosas de esta mujer. Ejemplo: " Este pibe no se que tiene en el culo, pero cada vez que va al baño hay que esperar como media hora para volver a entrar" " No sabes, Chicha, lo peor es cuando cocino pizzas caseras de anchoas ¡La catarata de pedos que salen del baño, es inexplicable! "Yo no se mi hija, como puede dormir con este cristiano a la noche ¡pobre mi nena!" y esto no termina acá porque para esto su amiga tenía unas respuestas (o consuelos) totalmente graciosas; " Ay Carmen, habla un poco más bajo que este pendejo que viene atrás se esta haciendo un festín con nosotras (o sea yo)"  "Quizás (seguía el yerno presente) tiene algún problema intestinal, porque mejor no le decís que vaya al medico, en vez de burlarte de él" a lo que la señora le contestaba sin ningún titubeo "Este para lo que tiene que ir al medico es para que le pongan un tapón en el ojete". Así siguieron un rato más, hasta que lo divertido se acaba y se tuvieron que bajar. Entonces con algunas anotaciones, cerré el cuaderno y apoye la cabeza sobre la ventana para intentar dormirme. Hice algunas cuadras con un ojo cerrado y otro a medio cerrar y se me sentó al lado una pareja que ya venía discutiendo desde que frenaron el colectivo. No le di importancia porque pensé que solo eran reproches típicos de pareja, pero no. La cosa venía fuerte, che. Parece que el tipo la había corneado con una de sus mejores amigas, así que imaginaran que lo menos que escuché por parte de esta muchacha fueron palabras suaves y amorosas, sino más bien cosas tales como " Hijo de puta" " Espero que no hayas sido tan pelotudo de embarazarla, porque te juro que te la corto" "Mi amiga la verdad que es una puta de poco placer, eh...fue a buscar un pajero que tiene la pija corta".
Después de que la pareja conflictuada, por la infidelidad, se bajara con el tipo agarrándola de los pelos, se sentó a mi lado un tipo que hablaba solo, bah, eso parecía. Se veía que en sus orejas tenía algo así como unos auriculares y que para hablar agarraba un cuadrado negro, pero más allá de eso parecía que le hablaba al aire. Bueno acá la historia venía por el lado de que este tipo estaba endeudado hasta los sesos y le iban a rematar la casa sino pagaba una suma intraducible. Al parecer estaba hablando con uno que le estaba dando una mano para poder cubrir la deuda, pero por las cosas que respondía o preguntaba, no parecía ser un amigo, sino un prestamista con muchas muertes arriba. Yo veía que a cada rato se secaba la frente y no hacía calor para que sudara así. Lo único que pude anotar de todo eso fue: "¡con mis hijos no te metas, por favor!". No pude anotar más porque se bajo muy rápido y mirando para todos lados. No quería estar en los zapatos de este muchacho.
Cuando me di cuenta ya estaba a unos minutos de casa. Estaba deseando llegar rápido debido a que el vientre me estaba apurando. Así que a penas abrí la puerta deje todo como pude, bajé la tapa y terminé de leer esto.

Metamorfosis invisible


Pensar es perjuicioso
grita desde el balcón
gregor no va a salir
prefiere al Kafka que lo oculta
No hacerlo siempre es preferible
Interminable sufrimiento teatral
la angustia, una constante humana
persuadida por insalubres felicidades
Un juego nos han propuesto
donde nunca nos mostraron las reglas
pues, el sudor es permanente
en esta épica batalla desleal
Esperar detrás de una ventana
la llegada de los que otros nos contaron
mientras tanto en este reino
el hombre llega a su fin

ceremonias en el amanecer


Pretensiones que no pierden tiempo
mujer de blusa floreada concede su amor
pregunta: ¿cuando te entregaras?
no se puede ver amanecer, solo.

El barco que navegamos
responde cuando tu tomas el timón
no me pidas lo contrario
mi tripulación esta en libertad

Recuerdo cuanto amor hemos jurado
incluso, al tiempo sigue firme
difícil era conmover las sensaciones
pero tus emociones allanaron el camino

Aunque este todo escrito
las pasiones se renuevan
invitando a las palabras
a esta nueva ceremonia

martes, 1 de enero de 2013

Toxicología (primera parte)


La noche anterior había vomitado sangre a causa de una fuerte borrachera que incluía una patada en la boca del estomago propiciada por un malandrín, con el que siempre peleaba por lo mismo. Cocaína. El batifondo comenzó cuando tuve que repartir lo que me mandaron a conseguir. Hice la repartija y este malandrín dio un salto de su mesa y con las cejas enarcadas gritó: "Este hijo de puta, me dio de menos". Todos los que estaban se dieron vuelta, mirándome con una expresión de odio pero no paso a mayores. Quedo solo en eso. Caminé hasta el final del pasillo sin darle importancia a lo que estaba pasando. Cuando llegué a la puerta, me despedí de algunos conocidos y a punto de salir, se desató la furia del malandrín. Lo vi venir corriendo directo hacía mi pero sin gritar, ni decir nada. Solo tenía la vista puesta en la mía. Quedé detenido en la puerta, un poco sorprendido y cuando pestañee, sentí una patada en el medio del estomago. El golpe me dejó en cuclillas, pero no le importó, solo siguió puteandome y pidiendome que me parara para pelear. No hubo caso, el dolor que sentía era tal que quede tendido en el piso. Algunas de las personas intentaron ayudarme. Primero, me sentaron y luego me dieron agua, que por el dolor que tenía no pude tragarla y la escupí con un poco sangre incluida. No tardé mucho en reponerme, así que en cuanto pude me fui del lugar para que la cosa no se ponga peor.
Caminé lo más rápido que pude para alejarme de la zona, junto con el malestar que no daba su brazo a torcer. Por el caminó, debido al dolor, caminaba con la vista puesta en el suelo. La cuadra estaba repleta de botellas rotas, preservativos y bastante basura. Los que estaban haciendo sus paradas habituales en las esquinas me trataban de linyera, al gritó de: "Borracho sidoso". Otros, más generosos, me compartían algún trago y demás...Todo el trayecto hasta llegar, fue una pintura de lo que había leído en una de esas novelas policiales que solía robar de esas librerías que ofrecen sus libros en la vereda. Ya casi llegando recordé que no tenía para comer, así que antes pasé por una casa de comidas de unos conocidos. Había mucha gente, de manera que no quedaba más que esperar. Mientras llegaba mi turno, aproveché para decidir que comer y miré toda la mercadería que se exhibía. Mientras hacía un recorrido por las distintas especias, encontré un cuadro en una de las paredes, que decía: "Evita vive con el Che". No quise preguntar nada al respecto, pero tenía entendido otra cosa de este lugar. Hasta no hace mucho los cuadros que decoraban el comercio eran de, Uriburu y Roca...¡Claro! seguro que cambiaron los dueños, pensé. Bueno, ahora cuando me atiendan lo voy a consultar. Todavía quedaba por atender a una mujer que al parecer estaba con su suegra o algo así. Lo único que puedo contar de esto, es que la señora que era más mayor, solo hablaba de familiares ya muertos o que estaban muy enfermos.
De suerte que llevaba conmigo el grabador. Los grandes vendedores en algún momento me explicaron que para este negocio, tenía que llevar algo para poder registrar las transacciones porque sirven como documentos. Así que en este caso, lo usé para documentar la conversación de la casa de comidas. En algún momento, se que la voy a usar para hacer algo. Por lo pronto cuando llegué con la comida en mis manos, mientras comía, escuché la grabación. A la media hora de haber disfrutado una frugal comida, sonó el teléfono. Tardé en atender para ver si cesaba la llamada y como paso lo contrario, no me quedo más remedio que atenderla.
- Hola ¿quien es? - pregunté desganado.
- Soy yo. Tráeme lo de siempre - dijo una voz parca
- ¿Quien es "yo"?
- El que te da de comer, todos lo días - Respondió y cortó.
Miré el registrador de llamadas que indicaba numero desconocido. Reflexioné por varios minutos quien podía ser pero en ese momento, no recordé a nadie con el que tenga esos tratos. Lo dejé pasar y fui a recostarme, el dolor todavía seguía presente. Entre dormido, escuché que el teléfono sonaba nuevamente. No intenté atender porque creí que era parte de un sueño, hasta que desperté con la incansable sonoridad. Contesté fastidioso.
- Hola...¿quien es? - dije molesto.
- Escúchame, pedazo de hijo de puta ¿Que me trajiste? - Dijo una voz a los gritos.
- ¿Que decís? ¡drogadicto de porquerías!
- Me esta sangrando la nariz ¡narco de mala muerte!...mejor que me devuelvas la plata porque sos boleta.
- Eso es imposible. Seguro sos uno de esos inexpertos melancólicos que necesitan de esto para subirse el auto estima - arremetí sin pudor.
- ¡Estas muerto...! - farfulló y cortó.
Dejé el teléfono sin darme por aludido a ninguna de estas acusaciones. Lo único que me preocupaba, era saber de donde habían sacado mi numero de teléfono. Mañana cuando vaya al trabajo voy a hacer un rastreo de las llamadas que fui recibiendo ¡Esto no va a quedar así!...a la autoridad se la tiene que respetar a como de lugar.
continuara...