martes, 1 de enero de 2013

Toxicología (primera parte)


La noche anterior había vomitado sangre a causa de una fuerte borrachera que incluía una patada en la boca del estomago propiciada por un malandrín, con el que siempre peleaba por lo mismo. Cocaína. El batifondo comenzó cuando tuve que repartir lo que me mandaron a conseguir. Hice la repartija y este malandrín dio un salto de su mesa y con las cejas enarcadas gritó: "Este hijo de puta, me dio de menos". Todos los que estaban se dieron vuelta, mirándome con una expresión de odio pero no paso a mayores. Quedo solo en eso. Caminé hasta el final del pasillo sin darle importancia a lo que estaba pasando. Cuando llegué a la puerta, me despedí de algunos conocidos y a punto de salir, se desató la furia del malandrín. Lo vi venir corriendo directo hacía mi pero sin gritar, ni decir nada. Solo tenía la vista puesta en la mía. Quedé detenido en la puerta, un poco sorprendido y cuando pestañee, sentí una patada en el medio del estomago. El golpe me dejó en cuclillas, pero no le importó, solo siguió puteandome y pidiendome que me parara para pelear. No hubo caso, el dolor que sentía era tal que quede tendido en el piso. Algunas de las personas intentaron ayudarme. Primero, me sentaron y luego me dieron agua, que por el dolor que tenía no pude tragarla y la escupí con un poco sangre incluida. No tardé mucho en reponerme, así que en cuanto pude me fui del lugar para que la cosa no se ponga peor.
Caminé lo más rápido que pude para alejarme de la zona, junto con el malestar que no daba su brazo a torcer. Por el caminó, debido al dolor, caminaba con la vista puesta en el suelo. La cuadra estaba repleta de botellas rotas, preservativos y bastante basura. Los que estaban haciendo sus paradas habituales en las esquinas me trataban de linyera, al gritó de: "Borracho sidoso". Otros, más generosos, me compartían algún trago y demás...Todo el trayecto hasta llegar, fue una pintura de lo que había leído en una de esas novelas policiales que solía robar de esas librerías que ofrecen sus libros en la vereda. Ya casi llegando recordé que no tenía para comer, así que antes pasé por una casa de comidas de unos conocidos. Había mucha gente, de manera que no quedaba más que esperar. Mientras llegaba mi turno, aproveché para decidir que comer y miré toda la mercadería que se exhibía. Mientras hacía un recorrido por las distintas especias, encontré un cuadro en una de las paredes, que decía: "Evita vive con el Che". No quise preguntar nada al respecto, pero tenía entendido otra cosa de este lugar. Hasta no hace mucho los cuadros que decoraban el comercio eran de, Uriburu y Roca...¡Claro! seguro que cambiaron los dueños, pensé. Bueno, ahora cuando me atiendan lo voy a consultar. Todavía quedaba por atender a una mujer que al parecer estaba con su suegra o algo así. Lo único que puedo contar de esto, es que la señora que era más mayor, solo hablaba de familiares ya muertos o que estaban muy enfermos.
De suerte que llevaba conmigo el grabador. Los grandes vendedores en algún momento me explicaron que para este negocio, tenía que llevar algo para poder registrar las transacciones porque sirven como documentos. Así que en este caso, lo usé para documentar la conversación de la casa de comidas. En algún momento, se que la voy a usar para hacer algo. Por lo pronto cuando llegué con la comida en mis manos, mientras comía, escuché la grabación. A la media hora de haber disfrutado una frugal comida, sonó el teléfono. Tardé en atender para ver si cesaba la llamada y como paso lo contrario, no me quedo más remedio que atenderla.
- Hola ¿quien es? - pregunté desganado.
- Soy yo. Tráeme lo de siempre - dijo una voz parca
- ¿Quien es "yo"?
- El que te da de comer, todos lo días - Respondió y cortó.
Miré el registrador de llamadas que indicaba numero desconocido. Reflexioné por varios minutos quien podía ser pero en ese momento, no recordé a nadie con el que tenga esos tratos. Lo dejé pasar y fui a recostarme, el dolor todavía seguía presente. Entre dormido, escuché que el teléfono sonaba nuevamente. No intenté atender porque creí que era parte de un sueño, hasta que desperté con la incansable sonoridad. Contesté fastidioso.
- Hola...¿quien es? - dije molesto.
- Escúchame, pedazo de hijo de puta ¿Que me trajiste? - Dijo una voz a los gritos.
- ¿Que decís? ¡drogadicto de porquerías!
- Me esta sangrando la nariz ¡narco de mala muerte!...mejor que me devuelvas la plata porque sos boleta.
- Eso es imposible. Seguro sos uno de esos inexpertos melancólicos que necesitan de esto para subirse el auto estima - arremetí sin pudor.
- ¡Estas muerto...! - farfulló y cortó.
Dejé el teléfono sin darme por aludido a ninguna de estas acusaciones. Lo único que me preocupaba, era saber de donde habían sacado mi numero de teléfono. Mañana cuando vaya al trabajo voy a hacer un rastreo de las llamadas que fui recibiendo ¡Esto no va a quedar así!...a la autoridad se la tiene que respetar a como de lugar.
continuara...   

            

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