miércoles, 22 de agosto de 2012

Liberte!


El inicio en la literatura se da a raíz de buscar un micro clima donde se pudiera planificar la vida desde puntos poco usuales. Mi interés está centrado en poder crear historias que se plasmen en lugares que se van dejando de lado. No creo que la escritura tenga, específicamente, una profesionalización que indique estrategias para escribir una buena historia. No creo que en la universidad este la creatividad, me parece mejor buscarla en la calle y escuchar a la gente que habla a nuestros alrededores.
Esta forma de expresar es una herramienta de comunicación muy importante. En cada trabajo que emprendo busco marcar pautas claves, que pongan en claro que este es otro mundo. Hay muchas formas de canalizar la expresión, pero esta es una muy particular por el ejercicio que nos plantea a los lectores y escritores. Me inicie escribiendo a los 14 años en un cuaderno con tapa naranja, pero no lo encare como un diario de mis días, sino que lo llevaba conmigo y escribía frases que encontraba en las paredes. Ensayaba relatos cortos o alguna poesía.
Entiendo este camino como una ruta a la libertad, bah, al menos intento crear personajes que se estén interrogando por el por qué de la vida misma. Que se cuestionen la profundidad o mejor dicho, la importancia de la conciencia social frente a determinados momentos que se presentan en las historias. Intento desarrollar diálogos que no se alejen de una situación cotidiana para lograr una interpelación más certera. Igualmente nada es seguro. Puede funcionar o no.
Más allá de lo pornográfica que se está volviendo o se ha vuelto la vida en este capitalismo, donde todo es una exhibición de lo más horrorosa, busco ese micro clima en esta forma de hablar.   

viernes, 17 de agosto de 2012

Algo parecido a la bohemia

De anden en anden iniciado hace tiempo en la libertad frugal, el peso que cargaba en la espalda le dificultaba alcanzar cada uno de los trenes. En un día llegaba hacer casi treinta. Cada vagón que abordaba era una explanada de música, lograba recibir tantísimos aplausos pero pocas monedas. Sentía que su espiritu artístico era congraciado, lo único que a veces comía de prestado. Hace tiempo que venia viendo a esta persona cantar en los transportes públicos (específicamente en los trenes) y se me había pasado por la cabeza que un día lo esperaría a que terminase su recorrido para poder hablar. Así fue, entonces, que ese momento llegó. Una tarde no bajé en la estación de siempre, seguí el recorrido y espere a que bajase. Sin perseguirlo ni nada similar, cuando se bajó aproveché a tocar su hombro preguntándole si podíamos hablar. Me quedó mirando, por un momento, dudando de mis intenciones, finalmente acepto. En tono amistoso, le dije.
- Me interesa la forma como vivís, bah, al menos lo que puedo ver en el tren. No se que harás después -
Volvió a mirarme como pensando un posible interrogatorio.
- No entiendo nada ¿que es lo que queres? - Preguntó con las cejas enarcadas.
- Solo quiero que tomemos un café y me cuentes como son tus días. Se que te suena raro pero me interesa -    dije sin tener vergüenza. Se quedó callado varios segundos, su cara denotaba miedo. Intenté ganar su confianza mostrandole todas mis pertenencias e identificaciones para que entendiera que no era ni periodista ni policía, sino un pasajero con curiosidad. Aceptó el café con la condición de que pudiera elegir el lugar. No tuve ninguna oposición a su propuesta, así que caminamos hacia el destino. Mientras íbamos por las calles porteñas, hablamos bastante. Lo primero que me contó fue que ya no cantaba más la canción de "los beatles": Taxman, porque su voz no era la de años anteriores. Para seguir en la misma linea de conversación, le pregunte que otras canciones y de que artistas, cantaba actualmente. Me nombro varios pero solo me acuerdo de tres: Queen, Bob Dylan y The Clash.
Al ingresar a lo que se suponía una cafetería, me encontré con una gran borracheria. El ambiente olía a tabaco y aunque afuera fuese día todavía, adentro estaba muy oscuro. No quise decir nada, por más que no fuera de mi agrado, traté de ser lo más cordial posible. En la meza que nos sentamos había, justo, un conocido de él. Intente saludarlo con un apretón de mano. Estaba tan borracho que apenas me lanzó un hipo. Más allá de esto nos quedamos allí. Pedimos algunas cervezas, la conversación venia para largo. El borracho se quedó dormido y mi compañero se rió un poco, entendiendo que su amigo no cambiaba más. Comimos papas fritas para hacer más ameno la espera de la bebida.
La charla se inició con algunas preguntas que le hice sin tapujos,
- ¿No te inquieta lo que pueda pensar la gente por tu forma de vida?
Sorbió un trago de su vaso que rebalsaba en espuma y a punto de darme una respuesta, el borracho comenzó a vomitar acostado boca arriba. En medio de la tensión por ayudarlo a ponerlo derecho, los tiempos no dieron para que no se atragantara.
- No lo toquen - Grito por el fondo, el mozo.
La ambulancia, de forma sorprendente, llegó en diez minutos. Lo subimos rápidamente y él se fue en su compañía. Tendré que esperar un nuevo encuentro para entender una vida bohemia...      
     

Una Guitarra


En la localidad de Ranchos había pocos locales que se dedicaban a vender instrumentos de música. Si, lo que se podía encontrar era una mezcla en los comercios, porque en cada uno de ellos se vendían cosas de distintos rubros. Josesinho paseaba por las calles buscando un lugar que vendiera una guitarra. Aunque no supiera tocarla, necesitaba tener una. Disfrutaba como nadie, hacer crujir esas cuerdas en sus ratos libres. Durante el día trabajaba en la construcción como ayudante de albañil. Siempre decía que sus manos callosas le permitían un sonido más potente.
Al salir de su trabajo pasaba por un local que tenía en venta una guitarra que quería hace tiempo y dejaba lo que ganaba en el día dentro de un sobre que le había preparado el dueño. Tenía una relación bastante amistosa con el señor del comercio pero con la que más hablaba era con su mujer. Todas las veces que iba a su local lo esperaba con la comida que preparaba. Lo quería casi como un hijo. Josesinho le lloraba que quería esa guitarra, lo único que deseaba era ser un gran artista y viajar por el mundo tocando. La mujer, cada vez que decía eso, lo miraba con los ojos llorosos. Quería ayudarlo, pero su marido no se la haría tan fácil. Además de necesitar dinero era un hombre duro y parco. Lo único que le quedaba por hacer era alentarlo a que siga trabajando para poder terminar de pagarle la guitarra.
Se fue, luego de una breve charla con la mujer. En pocos días era su cumpleaños y la única persona que lo sabía era ella. Sentía un vacio enorme, pero su peor tormento era no conseguir el instrumento. Desanimado, porque en la construcción no le pagaban lo suficiente como para acortar los plazos, estuvo dos días sin presentarse a trabajar. Ni siquiera al local fue. La resistencia le duro poco, tenía hambre y para comer necesitaba ir allí, no tenía más remedio. A la salida de la construcción compró algo de comida al paso y el resto del dinero lo guardo para el sobre.
Más contento que otros días, fue camino al comercio. Al llegar se encontró con un cartel que decía: “cerrado por duelo”. Golpeó, pues, desesperado, lo atendió la señora y abrazándolo le dijo, que el marido había muerto. Se hizo un silencio que duro solo algunos segundos, entre medio del llanto, fue detrás de la puerta y saco la guitarra; esto es para vos, le dijo en medio de un profundo dolor pero a la vez contenta porque lo había podido ayudar finalmente. El muchacho confundido entre alegría y tristeza, vio que la guitarra traía una carta. Cuando la abrió, leyó: “Feliz cumpleaños”.   

lunes, 13 de agosto de 2012

Agonia

Estamos listos para escribir los que nos dicen. Generalmente las notas que se nos cruzan por la cabeza son invasoras de la armonía que necesitamos para vivir todos los días. Miles de veces inicie un bloc de notas que deje en la segunda hoja, porque el fluir cotidiano a veces sirve como barrera con las palabras que son mal olientes. Funciona, pues, tan bien la cuestión, que nos infunda miedos que solo podemos combatir con funcionarios que nos hacen razonar su lógica. Esos cuida parcelas mentales, les provoca miedo que el más allá del inconsciente florezca con intenciones poco esperadas. Para todo hay una salida antes que el suicidio y la locura, nos dice algún letrado contando los morlacos.
Que sentido tiene penar por estas fuerzas extrañas, promotoras del terror. Maleficios disfrazados de buenas intenciones que a paso discontinuo, pero que siempre llega, nos va llevando a su lugar. Yo no sé si definirlo como cruel, más bien le pondría: ¡ Agonía!

sábado, 4 de agosto de 2012

¿Se podrá descargar la felicidad por internet?


En este atolladero algunos cerebros se cavilan en tormentos, tales como: la vida. Las percepciones se escapan de las manos, esas sensaciones parecen inmanejables. El mundo se desarrolla muy rápido, el sistema nervioso se altera. Nadie escucha a nadie, las voces se pierden en superficialidades extremadamente: ¡Idiotas! Parece un encierro difícil de evadir, pero repentinamente esto va estallar y ahí, recién, torceremos la cabeza para ver un poco para atrás. Mientras tanto, que todo siga su curso de manera normal - ¿en quién vas a depositar las creencias? – la evolución se comió al humano.

¿Se podrá descargar la felicidad por internet? En estos tiempos de fácil aburrimiento y ansiedad, la corriente se comprime farmacológicamente. Mil quinientos discos, para escuchar dos temas sin darle la oportunidad a la obra entera. Diez mil temporadas de series descartables, para pasar el tiempo. Todo está al alcance de la mano, se acotaron los esfuerzos. Las reuniones sociabilizadas desde un vidrio inter espacial, que nos da la posibilidad de ahorrarnos el desgaste de energías en las cuerdas vocales.

El exceso cooptado por la industria, nos disfrazó ídolos que buscaron la autodestrucción, tan solo porque es la actitud que hay que tener para ser de la escena. La noche colapsada de seres que se autodestruyen sin razón, respetando a rajatablas lo que indican algunas revistas snobs. Discursos potenciando placeres, completamente innecesarios para la expresión. Y ahí andamos, por la senda de las normativas que ultrajaron el espíritu de aquellos que quisieron profundizar en algo distinto. Soldados, al fin y al cabo, de las tropas equivocadas. Voceros de incompetentes, que lo único que quieren es maniatarnos.