La televisión está encendida hace más de dos horas y los
programas no paran de pronunciar la avalancha de noticias. El apocalipsis ya
pronto será y mi sillón tiene el sistema reclinable un poco averiado, así que
me tuve que mantener frente a la pantalla de forma erguida. En ese momento
pensaba, mientras trataba de arreglar mi sillón, que cantidad de periodistas
hablando de lo mismo y todavía ninguno me informo nada importante. Es muy
probable que estas cadenas noticiosas sigan haciéndole el caldo gordo, a los
perfectos señores del progreso y todavía me animo a más, diciendo: que el
maquillaje de la señora, acompañante del periodista masculino, esta tan buscado
que el suspenso en las noticias de inseguridad, ni siquiera me generan ninguna
adrenalina. El aburrimiento ya era bastante pronunciado, así que me paré de
enfrente de la tele y me dirigí al baño, en busca de mi revista sobre grandes
hazañas. Hojee un largo rato, pensando que sería lo mejor para hacer en estos
casos y como nada se aproximaba, seguí una media hora más con la revista.
Dando algunos tumbos en la mesa, giré la cabeza hacia la
heladera para motivar un poco mi gula y me encontré con un papel recordatorio,
que decía: “Hoy después de las 24 HS, reunión en el bar: Grotesco”. ¡Qué bien!
me dije en ese momento y yo que creí, que mi noche se acababa con unas estrofas
de Mailer y un sorbo de vino picado. Había que hacer tiempo hasta que se haga
la hora, entonces no tuve más remedio que seguir con la revista, un poco más.
Después de hojearla dos veces, retorné al televisor y busqué un programa que me
entretenga. Primero, pensé en uno de esos realitys, pero intente otro poco, a
ver si tenía algo más de suerte y me encontré con un documental de Hunter Thompson, el famoso
creador del periodismo “gonzo”. Estaba casi por el final, pero era la mejor
opción de todos los canales que había recorrido. De manera que le presté mucha
atención a lo poco que le quedaba, no todos los días se encuentra uno con estos
locos de tamaña envergadura, para colmo justo se desarrollaba la parte en que
Thompson se empieza a postular para candidato a Alguacil y una de las
particularidades de su propuestas era la legalización de la marihuana. Afirmaba
que así se evitarían menos muertos por tratar de conseguirla e incluso, hablaba
de una mejor lucha contra los dealers.
El documental ya llegaba a su final y mi constante cabeceo
se hacía más intenso. Solo faltaban quince minutos para tener que irme. Como no
podía esperar más, porque corría el riesgo de que la cama se apoderara de mí, salí
como una tromba hacía el bar. Caminé tranquilo, como si cada paso fuera una
nueva reflexión y llegue a la conclusión de que no se puede pensar sin alcohol.
Dejé en suspenso los de mis pensamientos y apuré mis pasos, mi garganta estaba
ávida de una cerveza y una buena charla, con esos vagabundos de mis amigos.
Allí estaba el bar de nuestras preciadas reuniones, con sus luces bajas, una
pared resquebrajada y necesitada de unas buenas manos de pintura. Allí estaba
la casa de todos nosotros, abriéndonos sus puertas lúgubres pero llenas de
humanidad. Como era de suponerse fui el primero en llegar, estas clásicas citas
se estiman a un horario, pero solo es para darle una formalidad.
La cosa venía para largo y ya no podía hacer prolongar más
mi sed, arranqué pidiendo una calma garganta. Por el fondo se aproximaba el
mozo levantando su bandeja, esquivando a los habitúes, pero como nunca falta un
pelafustán en estos lugares: llegando casi a donde me encontraba se le cruzó un
borracho, que a raíz de un empellón sufrido por unos de sus amigos, le volcó la
botella a unas de las personas que se encontraban allí, y, así arrancó el
primer escándalo de la noche. Este al cual le volcaron la cerveza, se paro
enardecido con el mozo y cuando ya estaba dispuesto a darle un revés de derecha,
se interpusieron el resto de los mozos, increpando a este cliente y le
señalaron al verdadero culpable…
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