domingo, 1 de abril de 2012

Todo por culpa de Arlt



Una primera lectura vasto 

(crónica cotidiana)



No era un día más para Manuel, precisamente estaba finalizando la novela que le otorgaría la tan esperada gratitud personal. Él se había lanzado a escribir esta historia, a través de un cuento de Arlt, que leyó hace unas semanas, llamado: “el escritor mediocre”. Fue tanta su fascinación por esa lectura, que ese mismísimo día, comenzó a incursionar sobre el oficio de escribir. Admirado por la prosa de este escritor sombrío, decidió también dejar sus estudios de ingeniería en sistemas, para pasar a relacionarse y concurrir a lugares expresamente literarios. Recorría bibliotecas y librerías semanalmente. Asistía a eventos teatrales y plásticos, su vida había dado un giro inesperado para sus seres más cercanos. Estos comportamientos empezaron a generar preocupación en su pareja y en su familia. Pasaba horas leyendo y escribiendo, casi ni comía.
Una noche su pareja decidió quedarse a dormir con él, para observarlo con más detalle. Ella no entendía cual era la causa repentina de semejante cambio. Necesitaba ultimar, que era lo que estaba sucediendo. Al principio sus reproches, eran que la engañaba y que fingía todo esto de la lectura, para poder escaparse. Llegaba a decirle cosas como: - ¡Como puede ser que de un día para el otro, leas y escribas. Me estas ocultando algo!, solían ser las palabras de ella cuando discutían. El paso del tiempo, le demostró que nada de lo que pensaba era cierto, efectivamente Manuel se pasaba las noches leyendo y escribiendo.
Él todo lo que decía frente a estos embates, era que había descubierto la libertad. Sin cuidado a haber dejado atrás las expectativas que tenían de él, se mantenía firme sobre la escritura de su novela. Su adolescencia fue dura. Sus padres construían a un ingeniero sobre su figura, sin que todavía lo fuera. En todas las reuniones sociales, presentaban a Manuel, como el futuro ingeniero de la familia. Diariamente su padre se encargaba de recordarle que tenía que seguir sus pasos. Entonces, le decía: - Mira hijo, la vida requiere de esfuerzos. Si vos queres tener dinero, tenes que saber de tecnología e ingeniería, por eso estoy juntando lo suficiente, como para enviarte a estudiar a Harvard –
De niño escuchaba todo lo que decía su padre, admiraba cada palabra que entraba en sus oídos.  El esfuerzo de su padre se hacía intachable. No podía desperdiciar la oportunidad de estudiar en Estados Unidos. Desde aquel día, el tiempo tomó su curso. Sus padres tuvieron algunos problemas económicos y tuvieron que usar el dinero. No le quedó más remedio que empezar la carrera de ingeniería, en una universidad pública de Argentina y postergar el viaje, para cuando llegue el momento del doctorado.
Vida social, era lo que le sobraba. En una de las reuniones que solía frecuentar los viernes. Uno de sus amigos (el que menos quería), se sorprendió cuando Manuel habló de su falta de interés por la literatura Argentina.
-Manuel, estas desperdiciando tu vida en esa carrera, que ni siquiera vos has elegido. Toma lee este libro de cuentos y después contame si sos feliz de verdad, con lo que haces.
Instantáneamente después de esas palabras, bebió un sorbo de cerveza y siguió en la charla con todos. Manuel no entendía cual había su ofensa, al mostrar desinterés por la literatura Argentina, pero igual acepto el libro sabiendo que cuando llegase a su casa lo tiraría por ahí.  Más allá de todo el rechazo, en esta ocasión decidió, una vez llegado a casa, hojear el místico libro. Los primeros cuentos le causaron un poco de gracia, casi que se burlaba del autor, por su brutalidad. No entendía como este tipo de escritores, podían trascender. Pese a su altanería, no pudo dejar de leerlo, incluso no paró hasta terminarlo esa misma noche. Como le quedaba poco, paró unos instantes la lectura, para servirse un trago. Todo lo que hizo hasta ver la luz del día, fue beber y devorar páginas y paginas.
¡Yo sabré poco de literatura pero este directamente no sabe un pepino!  reflexionaba mientras terminaba de beber. – Este es el último cuento, por suerte. Tiene nombre autobiográfico: escritor mediocre – pensó en tono jocoso. Igualmente su transitar por el cuento fue diferente a los demás. A medida que leía, pensaba su futuro como escritor.
La concentración para este cuento, fue acérrima. Envuelto en un ritual paradisiaco, estaba decidido a entregarlo todo por este nuevo dios. Al finalizarlo, levanto la vista vislumbrado por su sensación. Al principio, un poco confundido por lo que se le paso por la cabeza, soltó el libro con desdén. Esa noche fue de puro insomnio. Solo pensó, que su vida transcurrida hasta ese momento, era nada.
Con los ojos notoriamente cansados, a la mañana siguiente, fue en busca de más libros. Recorrió todas las librerías que pudo. Solo escribía y leía. Los reproches eran una constante, pero él tan solo respondía: “Manuel se ha ido en libertad”.   

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