El cielo
que todos anhelamos a veces se oscurece un poco, con algunas miserias humanas
que urgen por ¿llegar? a ese progreso. Sin cuidado por las formas, asiente a su
majestad que se ríe a carcajadas por su potestad. Almas danzando detrás de ese
disfraz, para envolverse por un poco más de esa ruin comodidad. El somnífero
viene teniendo éxito hace años, todavía no le encontramos un problema: al
garca. Ventajear sin pudor, parece que es un requisito inquebrantable en este
pacto social y nadie dice nada. La inmundicia ejercida desde discursos formados
tan solo para aceptar al que es igual que yo y sino no lo es, queda
inmediatamente sentenciado a los prejuicios que tan solo corresponden a un
bigotito ubicado en el medio de la boca. Los licenciados de la critica se
vanaglorian de lo bien que llevan su vida, de su metódica y sabia forma para
afrontar las realidades. Se enorgullecen de poder relamerse del que la lucha
desde otro lugar, con inferioridad de
recursos y escasez verbal.
¿Cuando va
a ser el día que los criticones, salgan de esa comodidad hogareña – televisiva,
para hacer algo y dejar de funcionar de criticologos? Realmente esto es lo más
fácil como ciudadano, ahora comprometerse con algo, desde el lugar que sea, eso
ya es más difícil y arriesgado. Es más, eso, para los más comodones, es de: ¡Alterador
social!
Las
palabras que tienen convicciones se vuelven perennes, por más que haya
fundamentalistas del conservadurismo. Las crónicas más magras se vuelven difíciles
de aceptar, porque infundan una vehemencia marginal, no apta para los
prestamistas de su consecuencia. Esta vida de ostentaciones, casi es
pornolamentable. Homogeneizar, desde lo visual hasta el discurso, es una tarea
que se ha venido haciendo desde tiempos remotos. Esta afrenta, se declara con
las propiedades pertinentes para iniciar una protesta contundente y mental.
El dedo
apuntador debería cesar su actividad, no nos olvidemos que todos los prejuicios
que soltamos, como portadores de una única verdad, no son más que palabras que
se repiten, tal cual loro de hogar. La calle no es pulcra, ya lo sabemos, pero
tampoco es el reducto del Apocalipsis que todo el tiempo avecinan, los
“respetados” sermoneros de la seguridad. Alimentan el odio a los que no corresponden,
ofreciendo soluciones con garantías absolutas: “Hay que matarlos a todos”.
¿Vamos a seguir creyendo en esa aberración o vamos a tratar de entender y
buscar explicaciones en otro lugar? ¿Vamos a seguir creyendo que la juventud
esta perdida, por realitys informativos, que vemos a la madrugada? ¿Vamos a
seguir divirtiéndonos con policías en acción y sus ofensivas formas fascistas
de actuar?
La
solución, ya se no me digas nada, esta en cerrar las fronteras y no dejar
entrar más a nadie…
Hasta la próxima
correspondencia
No hay comentarios:
Publicar un comentario