La forma
lacónica de este tecnicismo para pocos, se deteriora en su propio intento. Los
picaros de lengua suelta que nos venden sus discursos, quedan cada vez más a la
vista de que lado están. Es decir los academicismos utilizados por los
profesionales del sentido, se desbaratan en el camino. Los usos toman el
coraje, popular, necesario, para indicar que el pueblo cada vez tiene más armas
para combatir estos arremetimientos, propios de los señores de a caballo. La
chusma, históricamente labrada, dejó de
ser chusma. Es una unión extranjerizante que grita: ¡Resistencia!
Los
programas de televisión “serios”, son los que nos hacen reflexionar,
supuestamente. Ahora digo yo, no: por más arrugas que pueda tener el conductor
o el panelista, en el mejor de los casos, o por más que no se coma ninguna “s”
al hablar: eso ¿va implicar una condición de credibilidad? Digo, que el señor
que se toma las manos al hablar, explique, cual clase universitaria, una
situación de la vida cotidiana o explique la genealogía de una palabra, no es
ninguna garantía de confianza.
Por eso,
hoy, el tercermundismo no creo que sea una moda, más bien es una buena forma de
darle batalla a las intimadas del neoliberalismo. Intelectuales, que se bajen
de la cúpula de cristal, para ponerse cara a cara con el yugo, son los que más
hacen falta. Las palabras tienen que posar sobre el firmamento del
entendimiento para poder ser usadas. Las Herramientas de cambio, no pueden
desmenuzarse desde un tratado hermético y fenomenológico, más bien solo se
podrá accionar, si hay un mayor alcance a las ideas.
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