viernes, 27 de abril de 2012

Carta abierta al lamebotas


Sr lamebotas:


El cielo que todos anhelamos a veces se oscurece un poco, con algunas miserias humanas que urgen por ¿llegar? a ese progreso. Sin cuidado por las formas, asiente a su majestad que se ríe a carcajadas por su potestad. Almas danzando detrás de ese disfraz, para envolverse por un poco más de esa ruin comodidad. El somnífero viene teniendo éxito hace años, todavía no le encontramos un problema: al garca. Ventajear sin pudor, parece que es un requisito inquebrantable en este pacto social y nadie dice nada. La inmundicia ejercida desde discursos formados tan solo para aceptar al que es igual que yo y sino no lo es, queda inmediatamente sentenciado a los prejuicios que tan solo corresponden a un bigotito ubicado en el medio de la boca. Los licenciados de la critica se vanaglorian de lo bien que llevan su vida, de su metódica y sabia forma para afrontar las realidades. Se enorgullecen de poder relamerse del que la lucha desde otro lugar, con inferioridad  de recursos y escasez verbal.
¿Cuando va a ser el día que los criticones, salgan de esa comodidad hogareña – televisiva, para hacer algo y dejar de funcionar de criticologos? Realmente esto es lo más fácil como ciudadano, ahora comprometerse con algo, desde el lugar que sea, eso ya es más difícil y arriesgado. Es más, eso, para los más comodones, es de: ¡Alterador social!
Las palabras que tienen convicciones se vuelven perennes, por más que haya fundamentalistas del conservadurismo. Las crónicas más magras se vuelven difíciles de aceptar, porque infundan una vehemencia marginal, no apta para los prestamistas de su consecuencia. Esta vida de ostentaciones, casi es pornolamentable. Homogeneizar, desde lo visual hasta el discurso, es una tarea que se ha venido haciendo desde tiempos remotos. Esta afrenta, se declara con las propiedades pertinentes para iniciar una protesta contundente y mental.
El dedo apuntador debería cesar su actividad, no nos olvidemos que todos los prejuicios que soltamos, como portadores de una única verdad, no son más que palabras que se repiten, tal cual loro de hogar. La calle no es pulcra, ya lo sabemos, pero tampoco es el reducto del Apocalipsis que todo el tiempo avecinan, los “respetados” sermoneros de la seguridad. Alimentan el odio a los que no corresponden, ofreciendo soluciones con garantías absolutas: “Hay que matarlos a todos”. ¿Vamos a seguir creyendo en esa aberración o vamos a tratar de entender y buscar explicaciones en otro lugar? ¿Vamos a seguir creyendo que la juventud esta perdida, por realitys informativos, que vemos a la madrugada? ¿Vamos a seguir divirtiéndonos con policías en acción y sus ofensivas formas fascistas de actuar?
La solución, ya se no me digas nada, esta en cerrar las fronteras y no dejar entrar más a nadie…
Hasta la próxima correspondencia

martes, 24 de abril de 2012

El mejor amigo del hombre


“Anoche me encontraba en la cama con mi esposa y algo me estimuló la imaginación.
-Acaba de ocurrírseme otra historia sobre deseos frustrados – le dije
-¿Cómo es? – me preguntó
-Nuestro héroe, que ha sido bendecido con una esposa tremendamente fea, le pide a un genio que le conceda una mujer bella y joven en la cama por las noches. Se le concede el deseo con la condición de que en ningún momento debe tocar, acariciar y ni siquiera rozar el trasero de la joven. Si lo hace, la joven se transformara en su esposa. Cada noche, mientras hacen el amor, él no es capaz de apartar las manos del trasero, y el resultado es que todas las noches se encuentra haciendo el amor con su esposa.”
Isaac  Asimov





Las preocupaciones en su casa la abrumaban, no pasaba un día sin discutir con alguien. Ya no importaba quien era el oponente, los gritos y las puteadas, eran para todos por igual. Su pareja también generaba situaciones dramáticas. No había paz. La última semana se la paso encerrada en su habitación llorando, por las constantes presiones que se le presentaban. Estaba en disputa con su familia y con su pareja, debido a que la amenazaba constantemente de que se mataría, si ella hacía su vida. Esto comienza, cuando ella decide irse a vivir con él para contrarrestar las persecuciones que recibía, desde que salía de su casa hasta que llegaba. Trabajaba en un local de ropa femenina durante la semana y siempre en su trabajo se tomaba unos minutos para salir a fumar un cigarrillo; tal es así que siempre que salía, lo veía a él parado en la vereda de enfrente. No podía entender esto, se enojaba tanto que llegaba a situaciones de nervios muy grandes. Lo hacía todo sintiéndose observada, no concebía libertad en sus actos porque se encontraba atada a los llantos que le presentaba su pareja cuando quería desaparecer de su vida.
A punto de dejar su trabajo para encerrarse plena y literalmente en su casa, llaman a la puerta. Como ya sabía quién era, porque enseguida reconoció la voz, salió entregada a atender cordialmente a su pareja.
- ¿Por qué no fuiste a trabajar hoy? – pregunto él, sorprendido.
- Porque deje el trabajo – dijo sin ánimos de nada
- ¡Perfecto! Vamos a poder hacer lo que…
- Ya sé, no me digas nada. Que viva con vos y que no trabaje
- ¡Claro! me conoces tanto que ni siquiera puedo terminar la idea. Nosotros nacimos para morirnos juntos – dijo, casi tele teatralmente.
- ¡Esta bien, ganaste! No te soporto más ¿Queres que me vaya a vivir a con vos? Me voy a vivir con vos.
- A las 7 paso por vos. Prepárate todo – contesto en un sumun de felicidad
Sin decir una palabra entró en su casa, bajó la cabeza ante la mirada de su familia y fue derecho a la  habitación. Preparó todo y con lágrimas en los ojos, se sentó en la cama, invadida por temblores en el cuerpo. Golpearon la puerta de la habitación e inmediatamente, hundida en una profunda tristeza, contestó que no quería hablar con nadie. Media hora antes de que la pasaran a buscar, salió de la habitación, se sentó en la mesa con todos y dio la noticia. Nadie entendía nada, sus padres se miraron varias veces, no sabían qué hacer para evitar esto - Lo consideraban una locura o reacción de impotencia -  solo abrazó a los padres y les dijo al oído que no buscaran explicaciones, su destino ya estaba marcado. Esto causo más llantos y lamentos, pero nada la detuvo. Agarró las cosas que ya tenía listas y al perro, que no lo dejaba por nada en el mundo. En la puerta ya estaba él, con una camioneta que había conseguido para el flete. Se subió y no omitió palabra hasta llegar a su nueva casa. Tal es así que a veces su pareja, intentaba hablarle y ella, lo hacía callarse instantáneamente.
Todo esto era una especie de aventura que ella sabía que no tendría un final feliz. Él no era su amor, tan solo sentía lastima por sus llantos y desgracias, pero nada de esto que le estaba pasando la complacía como mujer. En la convivencia, el único que estaba feliz, era él. Ella solo, entendía todo esto como una forma de revancha por todas las desventuras que había resistido en todos estos años de relación. El lema de este muchacho era solo trabajar para complacerla en todo, pero ella  solo alimentaba a su perro, miraba películas durante todas las noches y dormía durante el día, cuando se quedaba sola. No salía a ningún lado, ni siquiera cuidaba su imagen; en tres semanas habías aumentado más de cinco kilos. Su comida consistía en los obsequios de dulces y papas fritas que este le hacía, cuando llegaba de trabajar. Este tipo la consentía en todo, salvaguardaba solo el bienestar de ella. Lo hacía con mucho orgullo, porque decía que le alcanzaba con que ella este ahí. El contacto sexual era nulo, sabía que si se acercaba con esa intención, recibía un golpe o una puteada. Estuvieron así, más de dos meses, hasta que ella se canso y cuando este llego de trabajar, le dijo:
-Me voy a mi casa. Esto no es vida para ninguno de los dos – lanzó certeramente
- No, por dios. No me hagas esto, estoy dando la vida por vos.
- No seas iluso, esto que pasa acá no es amor. Es casi una relación filial la que estamos teniendo. Si hice esto fue por lastima o desesperación, todavía no lo tengo muy claro.
Hubo un instante de silencio, se miraron, ella agarró sus cosas y se despidió, tenía un auto esperando en la puerta.
-Ojala nunca te arrepientas. Nadie va a hacer lo que yo hice por vos – dijo él con lagrimas en los ojos.
Se despidió nuevamente, palmeándole el hombro y le dijo:
-No nos correspondemos. Te mereces una chica que te quiera como vos queres. A mí no me pasa eso. Hasta pronto.
Viendo como ella se subía en el auto, golpeo la pared con tal furia, que provoco la caída de un pedazo de revoque. Sentía que no había más nada después de ella, no le importaba que no lo tolerara, solo la quería a su lado.
De nuevo en su casa, con sus padres dichosos de felicidad, festejaron el regreso. Volvió a hablar con ellos, porque no se hablaban desde que se había ido. La indignación había sido muy grande. Luego de la cena y hablar de todo lo que había pasado en su ausencia, se fue a acostar con una  desazón enorme. Sus esperanzas de que él, vaya a desaparecer después de esto, eran casi nulas. Ya no quería volver a verlo, nunca más. Su temor, se juntaba con las malas pasadas que venía sufriendo. En medio de la noche, mientras todos dormían fue hacia el baño sin hacer ruido, tomó los utensilios de afeitar de su padre. Volvió a su habitación con una navaja en la mano, se sentó en la cama, levanto su mano derecha, en la cual tenía la navaja, y ya casi a punto de incrustársela en las venas, se abrió bruscamente la ventana de su habitación. Del susto, revoleo la navaja debajo de la cama y vio a su perro a apoyado en el marco de la ventana, llorando con gran desesperación y ladrando. Sus padres se levantaron asustados, para ver  qué es lo que había sucedido, como no vieron nada extraño volvieron a acostarse. El perro seguía, en la ventana con la vista puesta en ella. Sorprendida por lo que había visto, se levantó de su cama y fue afuera para tranquilizar a su perro. Una vez que logró calmarlo, este comenzó a lamer sus manos desesperadamente. Esa noche no pudo volver a entrar a su casa…      

Pentagramas


Suaves muñecas acarician, la forma circular de su cuerpo,
Ella agradece la muestra de afecto con musicalidad,
Acompañando las cuerdas que marcan el camino hacia la libertad.
El conjunto de notas se despliega por los aires del lugar,
Provocan movimientos de cabeza y puntas de pie.
La adrenalina palpita en cada golpe, en cada acorde.
El hi-hat relata su armoniosa melodía, la nota que se oye, quizás es corchea, negra o semifusa.
Los cuerpos se entrelazan en esa búsqueda de la expresión,
Hablan, cantan y se enamoran sonoramente.
Música en fa.

Sebregondi

Dr Pabilo


 Capitulo 1

Lejos de todo y cerca de nada se encuentra mi barrio, el no conocido Villa tragolargo. Es muy gracioso cuando hablo con gente y llega el momento de decirles donde vivo, porque hay una carcajada en puerta. Pero esta introducción es lo que le da inicio a las tragicómicas historias que allí escucho todos los días.
Cerca de mi casa, está el club de barrio en donde todos dimos nuestros primeros pasos, ya sea en algún deporte o en entablar nuestras primeras palabras con personas ajenas a nuestra familia, es el lugar donde uno cree que se va haciendo de amigos. Precisamente ahí años más tarde mi amigo, el “Dr. pabilo” va a conocer a la mujer que será su peor pesadilla, la conocida y caprichosa Rosenda alias  “la pseudoadinerada”, no me olvido más de este apodo, porque ella creía que su vida se consignaba en el champán y el caviar, pero resulto ser que su novio le terminaba comprando las zapatillas.
Fue esa noche del 22 de Agosto, donde el frio se trepaba por los cuerpos, cuando ellos cruzaron sus primeras palabras y algo más. Sus estados de conciencia estaban un tanto atrofiados por su gran consumo de alcohol y drogas. Al día siguiente me conto Pabilo que fue necesario consumir una pastilla que ayudara a su erección porque su estado era deplorable. Yo siempre la tuve presente la pastilla pero siempre me freno el temor de morir con el pene erecto sin poder llegar a concretar el momento de la explosión.
Él estaba un poco extasiado, había encontrado una chica que lo iba a acompañar para siempre, pensaba él. Ella era unos años mayor que mi amigo y estaba dispuesta a todo por él, lo que a mí siempre me causo duda, fue si era porque era adicta a su sexo o porque no tenía un peso partido al medio. Siempre me intrigo pero nunca se lo pregunte.
Estuvieron meses viéndose todos los días hasta que él se decidió y empezaron una relación formalizada, a la vista de cualquier burgués. Todo vínculo que se profundiza trae aparejado conocer a la familia de tu compañera, así que eso fue lo que le sucedió a mi amigo. Primero conoció a su hermana, la más chica, luego a los padres y al final a su hermana mayor.
Su trato más cercano a los familiares de ella, era su hermana menor, apodada “lameglande”, conocida en el barrio por su fácil acceso a sus partes pudendas pero también porque se rumoreaba que tenía una adicción al sexo masculino.
Es fácil pensar muchas veces que este hombre, estaba paseando en un valle de suerte, pero su realidad en el transitar le produjo varias secuelas un poco difíciles para su edad. Por ejemplo, era muy importante para él remarcar su masculinidad frente a la comunidad de sus amigos, tomando cantidades irracionales del alcohol, buscando conflictos con cualquier transeúnte que desafortunadamente se hubiera cruzado con él.
Su personalidad estaba transformándose en cruel y detestable, con la gente que no cumpliera sus requisitos de “macho”. Paralelamente a los cambios que estaba sufriendo, todos los días de su vida tenía que ver a Rosenda, la cual motivaba su instinto asesino. Ella era arrogante y sumamente demandante para con la vida que tenía llevar pabilo, esto acechaba minuto a minuto la paciencia de él.
Tuvo que enfrentar al comienzo de su relación que los padres de Rosenda no lo aceptaran mucho, pero más que nada los despropósitos del padre, su denigrante trato para con él e incluso su soberbia desopilante.
Pabilo se enojaba mucho con esta situación y generaba discusiones con Rosenda, porque él no quería ir a comer a la casa de sus padres. Ella era una persona de mucha insistencia y de fácil manipulación de parte de su padre y eso a él le provocaba más rechazo a su familia.  Estas discusiones con ella provocaban grietas  en la relación, pero para que esto no llegara a ser una cotidianeidad, él tuvo que resignar su orgullo masculino e ir a comer alguna que otra vez.
Una noche, no recuerdo muy bien la fecha, él y ella fueron finalmente a cenar a la casa de los padres de Rosenda. Llegaron y fueron recibidos muy amablemente, Pabilo dejó su abrigo en un asiento e inmediatamente lo llamó el padre de ella, invitándolo a que se acercara a la parrilla a que examinara si iba por buen camino su asado; amablemente él contestó que sí y se fue para dentro de la casa rápidamente, estaba un poco incomodo todavía, como analizando la situación, notaba reacciones extrañas de parte del padre.
Rosenda notó esto y trato de que se sintiera un poco más relajado, diciéndole que tomara un trago y picara algo; la hora de comer se había atrasado un poco. Entonces él se sirvió un trago de cerveza y con un escarba diente tomó algunos trozos de jamón y queso. No hizo más que sentarse y sonó el timbre, por supuesto que él no iba a atender, así que fue la madre de Rosenda. Eran las dos hermanas que faltaban para que todo sea un gran banquete para Pabilo.
Finalmente era la hora de comer.

Capitulo 2

Mientras la comida era servida en la mesa, a la hermana menor se le ocurre hacerle una broma a Pabilo, ofreciéndole la posibilidad de comer con cubiertos o con la mano, ya que ella decía que la gente de tragolargo era de tendencia villera. Él percibió su mala intención en la broma, pero omitió su contestación y aceptó comer con los cubiertos para no ensuciarse.
Mientras ellos comían, nuevamente sonó el timbre e inmediatamente fue a atender el padre;
- ¡Pero mirá quien llegó querida!

- ¿Quién amor?
- El famoso tío Cosme.
- uh, pero que grata sorpresa, voy a poner otro plato, parece que hoy va a ser un gran día.

Pabilo se sentía en un clima totalmente ajeno a su persona y se preguntaba para sí, quién carajo era el tío Cosme. Mientras devoraba lo que tenía en el plato y se metía cerveza. Luego de unos minutos, se levantó y se dirigió al baño, tenía una flatulencia que lo estaba atormentando hacia casi media hora.
El padre de Rosenda con la presencia de Cosme estaba un poco emocionado y no sabía qué comenzar a preguntarle, así que organizó su cuestionario y arrancó por lo que más le interesaba;
- Hermano mío, ¿Cómo andan los negocios?
- sinceramente este año fue maravilloso, casi mi mejor marca desde que soy comerciante.
- Bueno pero muy bien, te felicito. Querida, tráigase unas copas y el champán más caro, que hay un gran motivo de brindis.

Pabilo ya estaba un poco cansado e incomodo, así que le dijo a Rosenda que se quería ir. Ella no tuvo mejor idea y le dijo que todavía no se podían ir, porque en todos los asados familiares después de comer, se jugaba un juego de mesa. Pabilo tomó aire y no contestó, prácticamente omitió sus sentimientos en ese momento y se dejó llevar.
Probablemente estaba a punto de estallar coléricamente, pero su paciencia resistía y contestaba en buenos términos, nunca le gusto generar despropósitos en público. Así que como su carácter se adecuo a la situación, tuvo que sentarse en la mesa donde se le estaba por dar inicio a la partida de truco y gentilmente observar como la familia de Rosenda se divertía. Por supuesto también estar atento porque siempre había un chistecito encubierto para él.
La pesadez de ese momento se le hacía turbulento, así que tomo la decisión de irse, casi sin decir por qué.
-Adios Rosenda, yo me marcho.
-Pero por qué. Que poco amable eres.
-Te lo dije, cuando terminamos de comer y me insististe sabiendo que el clima para mí era hostil. La desconsiderada eres tú, me parece.
Ya está; no estás satisfecha, vinimos a comer a los de tus padres, que por supuesto no me quieren, así que ya es hora de me largue de aquí.
-No digas eso, fueron algunos chistes, ya sabes como es mi padre.
-si ya lo sé, un forro con algo de dinero.
-Bueno basta ya, esto fue suficiente. Te quieres ir, yo me quedo con las personas que me valoran de verdad.
-adiós Rosenda. Gracias.

jueves, 19 de abril de 2012

Muerte: ¿que carajo sos?

La reflexión sublime que se revela, cuando te das cuenta que no queres estar donde estas, es poderosamente aterradora. Las piernas tiemblan, el semblante empalidece y el sudor se hace presente. Sabes que la muerte cada vez tiene más vida ¿paradójico, no? Se produce alguna calma en palabras malditas, que dice algún francés desbocado que no cree ni en su alma. Eso pareciera ser tranquilizador. Pero saber potablemente que uno va a dejar de estar en esta cosa real llamada: mundo, es inquietante.
Que va pasar, cuando las películas no sean parte de tu cotidianeidad. Ya no vas a poder coger, ni estrecharte en ningún cuerpo que te de calor: ¿Muerte, que carajo sos?
Escribir se convierte en una acción que no puedo dejar de hacer. Necesito invadir los espacios en blanco con palabras que contrarresten este mal pasar existencial, que se vuelve, a veces, difícil de combatir. Es que con esto no quiero pertenecer a ningún canon literario, tan solo quiero expresar la melancolía de un ser poco diurno, que se somete a las tentaciones nocturnas. Las calles recorridas de pe a pa, buscando sensaciones que poder volcar, horas desgastadas en esa esquina, en ese bar, siempre en busca de algo que contar.
¿Literatura? No me dejes sin tu arte representativo, cuando me vaya de aquí ¿Cuanta intriga por lo que vendrá? La vehemencia de los días y las horas, arrasa con la entereza de mi cuerpo, pero espero que no lo haga con mi mente.
Prosa, que no llega a ser prosa, intentando estrepitosamente describir lo lúgubre que es descubrir, que el camino es intenso y áspero. Un campo de batalla por las reglas culturales, impositivas del sentido. Realidad, que no es real. Construcción social de lo real, que se impone como ley. Discursos poderosos, con fuertes sostenes ideológicos, posicionan los campos de lucha, por ese sentido que se escurre de mano en mano, entre los pudientes. Pudientes de capital simbólico y económico, que te compran hasta el alma y la muerte.

viernes, 13 de abril de 2012

La chusma temible



Que despiadado seria un mundo sin literatura, sin ficciones, sin historias, sin cine, sin música…las horas se llevan un poco más de mi vida, de mi cuerpo y mis esperanzas. Las alegrías son muy pocas, pero hay algunas, al fin. Subsumido en el mundo de las letras, en las andanzas, en los dichos populares, trato de ser feliz. A pesar de las constantes trabas, que se quieren imponer para ponerle un freno al hombre nuevo, no descreo de los movimientos contraculturales que llevan esta causa a fondo.
La forma lacónica de este tecnicismo para pocos, se deteriora en su propio intento. Los picaros de lengua suelta que nos venden sus discursos, quedan cada vez más a la vista de que lado están. Es decir los academicismos utilizados por los profesionales del sentido, se desbaratan en el camino. Los usos toman el coraje, popular, necesario, para indicar que el pueblo cada vez tiene más armas para combatir estos arremetimientos, propios de los señores de a caballo. La chusma, históricamente labrada,  dejó de ser chusma. Es una unión extranjerizante que grita: ¡Resistencia!
Los programas de televisión “serios”, son los que nos hacen reflexionar, supuestamente. Ahora digo yo, no: por más arrugas que pueda tener el conductor o el panelista, en el mejor de los casos, o por más que no se coma ninguna “s” al hablar: eso ¿va implicar una condición de credibilidad? Digo, que el señor que se toma las manos al hablar, explique, cual clase universitaria, una situación de la vida cotidiana o explique la genealogía de una palabra, no es ninguna garantía de confianza.
Por eso, hoy, el tercermundismo no creo que sea una moda, más bien es una buena forma de darle batalla a las intimadas del neoliberalismo. Intelectuales, que se bajen de la cúpula de cristal, para ponerse cara a cara con el yugo, son los que más hacen falta. Las palabras tienen que posar sobre el firmamento del entendimiento para poder ser usadas. Las Herramientas de cambio, no pueden desmenuzarse desde un tratado hermético y fenomenológico, más bien solo se podrá accionar, si hay un mayor alcance a las ideas.


jueves, 12 de abril de 2012

Mi suegro Piquetero

 Coautora de la historia: Mercedes Marchisio






1


A la salida del recital, caminé junto a ella. Intente mirarla con cierta complicidad por todo lo que habíamos vivido en ese show, y tan solo me devolvió una sonrisa al pasar. Necesitaba besarla, para que el fin de semana sea completo. Arrancar la semana, sin nada, es deprimente. Y no solo eso, lo peor es cuando me levanto de la agitada noche y me encuentro, con una mesa de caras fastidiadas con la vida. Mi padre, con su cigarro entre los dedos, los lentes a mitad de nariz y con el diario en sus manos, diciendo:
- Este país, esta lleno de hijos de puta. No te das cuenta que los bolivianos y los paraguayos, nos están quitando el trabajo. Y esto no es nada, lo peor es cuando se te meten en las villas, a vender droga. ¡Negros de mierda!
Al principió le doy un poco de atención a sus gritos pero a los pocos segundos, me tengo que levantar e irme, porque las discusiones políticas son una constante y se ponen arduas. Mi madre no la pasa nada bien, cuando sucede esto y tan solo opina, que la figura política por excelencia, será siempre: Peron. Ella no suele hablar sobre estas cuestiones, descree de la política. Solo habla de Peron, por su padre. El fútbol, también suele ser un gran tema de discusión y no porque discrepemos en los equipos, si no por el juego que nos gusta a cada uno. En esta casa somos de palabras fervientes, casi no existen los matices y mi preocupación empieza a existir por esto: tengo que presentar a mi novia en casa. Mis padres con tono convencional y conservador, me lo están exigiendo. No debería tener pudor a hacerlo, ella no va a generar el dilema, el problema va a ser cuando tenga que juntar a las dos familias. Los padres de ella son piqueteros, que viven de planes sociales y mis padres, son dos empleados de clase media, que todo el tiempo protestan por estas cosas. Yo creo que este cruce puede ser el disparador de una catástrofe. La tengo difícil.
Todavía no me puedo olvidar, esa vez que veníamos de la casa de unos familiares: mi padre, mi madre y yo. Volvíamos en el auto hablando bobadas, mi padre se detuvo frente a un semáforo que se puso en rojo y mientras esperábamos para avanzar, un chico que se encontraba allí, limpiando los vidrios por unas monedas, se acerco al auto y ofreció sus servicios. Mi padre le dijo que no, un poco fastidiado por la situación y el chico, le hizo un gesto como para que le diera una moneda. Así fue entonces como, la poca paciencia de mi padre se agoto y le lanzo una escupida terrible. El chico se corrió hacia atrás y pudo esquivarla, pero tuvo la mala fortuna de que un auto que venia de frente lo atropelló y le provocó una cuadriplejia. A causa de esto comenzamos a recibir amenazas, todos los días y a cualquier hora. Es por esto que nos tuvimos que mudar, a donde vivimos actualmente, pero no puedo revelar donde es, por ordenes de mis padres.
Me rompo la cabeza pensando, como voy a hacer para presentarle a la familia de ella, pero no se me ocurre nada astuto, como para hacerlo. Todo lo mínimo que se me hace presente como idea, es conducente a un drama filial. No me puedo sacar de la mente, lo que va a hacer cuando estrechen sus manos ambos y mi padre le haga su típica pregunta: “¿A que te dedicas?”.
Mi novia, sufre por esto: quisiera que sus padres fueran otra cosa, no acepta la imagen que dan. A raíz de esto, discutimos diariamente porque no me gusta que diga esas cosas. Cuando pasa esto, ella me dice que tengo la mentalidad de sus padres. Empieza a reprocharme que no tengo ni idea de lo que estoy defendiendo.  La última vez que paso algo así, sacó una caja llena de recortes de diario y algunos cascos de bala, que tenia de recuerdo de las últimas marchas a las que había asistido con sus padres. Me decía, con lagrimas en su cara: - Vez estas balas, que tengo acá. No quiero que tus pelotudeces sociales te lleven a tener una de estas en la cabeza. No me importa que no te guste lo que te digo, quiero salvarte de la misma estupidez que están haciendo mis viejos. Los están usando y los muy boludos, se creen que son “el che” Guevara.
Siempre que podía aprovechaba estas discusiones y me decía esto. Primero la dejaba hablar, para que se descargara con todo lo que pensaba con  respecto a esta situación y luego, de forma calma, le decía:
-Yo entiendo todo lo que decís, pero tenes que entender que todo eso que estas diciendo, es porque no queres seguir la misma pendiente que tus padres. Es decir, si tus padres hubiesen sido músicos, a vos te hubiese costado, seguir su mismo camino. Todo esto, es un rechazo a la figura de tus padres. Necesitas despegar de ellos diferenciándote y la mejor manera que encontras es reprochándoles su acción social.
Ella se enojaba el doble, cuando le tiraba estos sermones. Me contestaba, medio entre dientes: “otro che Guevara más”. A pesar de estos conflictos, que estaban a la orden del día, también intentábamos planificar como haríamos para efectuar la presentación de nuestras familias. Esto consistía en pensar un poco y llorar otro tanto, por el abatimiento que sentíamos, cuando nos dábamos cuenta de que era más imposible, que posible.
De regreso a casa, sin nada definido, encontré a mi madre en la mesa de la cocina llorando desconsoladamente.
- ¿Qué paso Ma?
- Tu padre, hijo. Se quedo sin trabajo. Lo echaron como a un perro, por reducción de personal – dijo desconsoladamente
- No te preocupes, seguro va a encontrar otra cosa. No te olvides, que el viejo es un busca vidas – dije casi adultamente
- ¡Pero que decís, hijo! Que buscas vidas, ni que nada. Tu padre, es un culo sentado, que espera que las cosas le caigan del cielo. Todavía no te diste cuenta, que solo sabe vivir cuando tiene guita.
- No digas así. Dale una oportunidad, con esto que le paso se te va a tener que mover seguro. Vos sabes que nunca le gusto, no ser el jefe de familia.
Entre llantos y algunas palabras más que cruzamos con mi madre, se acercaba el momento de tener que decirle, que estábamos organizando con mi novia una presentación formal de las familias.
- Se que esto que te voy a decir es un poco descolocado, pero la semana que viene, ya es la presentación de las familias. Así hay que levantarle el ánimo a papá. Puede llegar a ser demoledor.
A mi madre no tuve que explicarle demasiado sobre la situación, ya le había adelantado algo sobre los padres de ella. Se lo tomo bastante bien pero estaba desorientada con respecto a la reacción que podría llegar a tomar mi padre, pero no perdía las expectativas. Al día siguiente, me levanté con todos lo ánimos por las nubes y me encontré con mis padres en el desayuno. Mi padre cariculico, leyendo el diario, acotaba sus frases matinales: - ¡Negros de mierda! Estos piqueteros, mal nacidos que le perturban la vida a las personas normales. En Europa esto no pasa, querida, porque allá existe el respeto por el otro – Mientras terminaba de escuchar sus agravios a todo el mundo, con mi café a medio terminar, le dije:
- Papá, la semana que viene, van a venir los padres de mi novia a comer un asado. Quiero que los conozcan, así me dejan de perseguir todos los días con lo mismo.
- Esta bien, sabes que no hay problema. Ahora yo te hago una pregunta ¿por qué no me queres decir a que se dedican?
- Porque prefiero, que tengas motivos de conversación para conocerlo y ese es un buen motivo, para iniciar una charla.
Con todo casi controlado, para realizar esta juntada. La llamé a mi novia y le comente con gran entusiasmo, que ya estaba todo listo. Un poco asustada, lo primero que me pregunto, fue: si le había dicho a mi padre, a que se dedicaban los suyos. Le conteste que no había dicho nada. Ya no me importaba lo que pensaran.
Desde mi lugar, intentaba calmar las aguas, no quería generar ningún tipo de clima de tensión. Todo quedaba en manos del bendito azar.
       

     

2


El asado crujía, haciendo desear. - ¡Timbre! – dijo mi novia. Fui hacia a la puerta: eran los tan esperados invitados. Pasaron dando algunas carcajadas, por algún chiste al pasar y se encontraron con mis padres. Se saludaron amablemente y el padre de ella, saco de su bolso, un obsequio.
- Esto es para ustedes – le dijo a mis padres
Lo agarro mi padre con gran entusiasmo y comenzó a romper el paquete. Ansioso, se deshizo del papel y se encontró con un libro de Karl Marx: El Capital. Primero, lo miro con sorpresa, levantó la mirada y los miró a ellos. Agradeció cortésmente y se lo dio a mi madre para que también lo mirara. En esos minutos de silencio, el padre de ella, dijo:
- Su hijo me dijo que le gustaba leer filosofía. Pensé que este le podía llegar a gustar – dijo casi con complicidad
Mi padre lo miró nuevamente, lanzo una sonrisa confusa y los invito a pasar a la mesa. El asado, con dejos de excelencia. Impuso una sobremesa fabulosa: desde café a increíbles postres. En ese momento álgido del encuentro, mi padre se rompió a llorar, a causa de lo que le había sucedido con su empleo y también ayudado por la ingesta de alcohol. Quedó como el punto de atención por varios minutos. Trataron de calmarlo: el padre de mi novia contó algunas anécdotas, de sus experiencias como piquetero, para trasladar la atención a otra esfera. Yo sabía que eso seria peor, porque comenzaría la discusión política. Ya era tarde para interrumpir, mi padre lo estaba escuchando con mucho detenimiento. Habló más de una hora sobre esto, cuando paro tomar algo, mi padre aprovechó la oportunidad y lo interrumpió, y dijo:
- Así que sos piquetero – arremetió sin pudor
- Si, esto comenzó en el 2001. Gran parte de mis amigos y allegados se quedaron sin trabajo y decidimos formar una cooperativa de lucha. Se puede decir que al momento hemos obtenido buenos resultados.
- ¡Ah mira vos! ¿Y vos crees que esto, es buscar trabajo – pregunto, ya un poco más alterado
- Calmese buen hombre. Es una alternativa de lucha frente a la precarización laboral – dijo pedagógicamente
- No me vengas con macanas a mi. Eso es una alternativa a la vagancia – dijo, encolerizado al maximo
- A mi no me va a gritar asi, ¡eh! O se calma o vamos tener que hablar en otros terminos
- ¿Ah me estas amenzando? Que vas a hacer: vas a traer a tus amiguitos para que me hagan un piquete en la puerta.
Con toda una armonia desmadrada, tuve que interceder casi a los gritos para que se calmaran. Mi novia lloraba sin parar, gritando: ¡Yo sabía que esto iba a ser imposible! Los padres de ella, se pararon y se fueron, al grito de: “ Fachos” . Mi padre detrás de ellos, casi como echandolos, les gritaba: “Vayan a laburar, manga de vagos” y todo se  había convertido en la belicosidad pura.
A la noche, un poco más calmado y deprimido por su falta de trabajo. Mi padre habló con mi madre, casi avergonzado por lo que había pasado. Creo que no me va quedar otra alternativa para conseguir un trabajo que acercarme. Mañana mismo me pongo en contacto con este tipo, le pido disculpas y…





domingo, 1 de abril de 2012


(Extraído de pagina/12) 



PSICOLOGIA › SIMONE WEIL HABLA DE “LA CONDICION OBRERA”
El horror del trabajo


Bajo la organización social del trabajo, “el deseo se encuentra sujeto a un mal desnudo y sin velo. El alma se encuentra entonces presa de horror”, sostuvo Simone Weil y, en 1942, señaló la “metafísica mentirosa” de una sociedad “que propone a todos, casi día a día, cosas nuevas que esperar y que desear”.



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Por Simone Weil *
Existe en la labor manual y, en general, en todo tipo de tarea de ejecución, que es al fin y al cabo el trabajo propiamente dicho, un elemento irreductible de servidumbre que incluso una perfecta equidad social no conseguiría hacer desaparecer. Este elemento surge como consecuencia del hecho de que la ejecución viene gobernada por la necesidad y no por la finalidad. Se efectúa a causa de la necesidad, no en vistas a hacer un bien “porque hay que ganarse la vida”, como vulgarmente dicen los que pasan su existencia en él. Se aporta un esfuerzo, al término del cual, desde cualquier punto de vista, no se tendrá más de lo que ya se tiene; y, en cambio, sin este esfuerzo se perdería incluso lo poco que se tiene.
Pero en la naturaleza humana no existe para el esfuerzo otra fuente que el deseo. Y no pertenece al hombre desear lo que ya tiene. El deseo es una orientación, un principio de movimiento dirigido hacia alguna cosa, el movimiento hacia un punto en el cual no se está. Si el movimiento, apenas empezado, se desarrolla en torno del punto de partida, al igual que lo hace la ardilla en la jaula, o como lo puede hacer un condenado en su celda, este girar continuamente conduce de manera rápida al agotamiento.
El agotamiento, el cansancio y el fastidio constituyen la gran tentación de todos los que trabajan, sobre todo de los que están en condiciones inhumanas, pero incluso de los otros, que están situados de forma algo mejor y a veces, también, esta misma tentación hiere a los mejores.
Existir no es un fin en sí para el hombre; es solamente el soporte de todos los bienes; tanto da que sean verdaderos o falsos. Los bienes se añaden a la existencia. Cuando desaparecen, cuando la existencia ya no viene adornada por bien alguno, cuando está desnuda, no guarda ya ninguna relación con el bien e incluso es un mal. Y lo es en el momento mismo en que se sustituye a todos los bienes ausentes y se transforma en sí misma, constituyéndose la existencia en el único fin, el único objeto del deseo. El deseo del alma se encuentra, en tal caso, sujeto a un mal desnudo y sin velo. El alma se encuentra entonces presa de horror.
Este horror es aquel mismo que se da en el momento concreto en que una violencia inminente viene a infligir a alguien la muerte. Este momento de horror se prolongaba en otros tiempos, durante toda la vida, para todo aquel que, desarmado por la espada del vencedor, no era muerto como consecuencia de la derrota. A cambio de la vida que se le dejaba mantener, el infeliz debía agotar en la esclavitud sus energías en esfuerzos continuos, a lo largo del día, de todos los días, sin poder esperar nada, sino el no ser muerto ni flagelado. Tampoco podía perseguir otro bien que el de existir. Los antiguos decían que el día en que a un hombre lo habían hecho esclavo le habían quitado la mitad de su alma.
Pero toda condición humana en la cual una persona se encuentra necesariamente en la misma situación el último día de un período de un mes, de unos años, de veinte años de esfuerzos, que el primer día en que se comienza, guarda cierta semejanza con la esclavitud. La semejanza consiste en la imposibilidad de hacer otra cosa distinta de la que ya se hace, de no poder orientar el esfuerzo hacia la adquisición de un bien. Se realizan únicamente esfuerzos para subsistir.
Todo es interminable en esta existencia; su finalidad no se ve por parte alguna: la cosa fabricada es un medio; alguna cosa que será vendida. ¿Quién puede hacer de ella su bien? La materia, la herramienta, el cuerpo del trabajador, su alma, son asimismo medios para la fabricación. La necesidad está por todas partes, el bien no se encuentra en parte alguna.
No hay que buscar en otras partes las causas de la desmoralización del pueblo. La causa está ahí, es permanente, es esencial a la condición del trabajo.
Lo que sí debe hacerse es buscar las causas que, en épocas anteriores, impidieron que la desmoralización se produjese. Veamos: una gran inercia moral, un gran esfuerzo físico que convierte el mismo esfuerzo en algo casi insensible permite soportar este vacío. De otra forma, hacen falta compensaciones. La ambición de otra condición social para uno mismo o para los hijos es, por ejemplo, una de ellas. Los placeres fáciles y violentos constituyen otra compensación: compensación de la misma naturaleza, tanto da que sea el ensueño en lugar de la ambición.
El domingo es el día en que se quiere olvidar que existe una necesidad de trabajo. Para ello hay que gastar dinero. Es preciso estar vestido como si no se trabajara. Es necesario dar una serie de satisfacciones a la vanidad y a las ilusiones de poder que las licencias morales proporcionan con mucha facilidad. El libertinaje tiene, exactamente, una función análoga a la de un estupefaciente y el uso de estupefacientes constituye siempre una tentación para los que sufren. En fin, la revolución incluso es una compensación de la misma naturaleza: es la ambición transportada a lo colectivo, la loca ambición de una asociación de todos los trabajadores a una plataforma situada fuera de la condición de trabajadores.
El sentimiento revolucionario es –en una fase primera, en la mayoría– una rebelión contra la injusticia, pero llega a ser, también en la mayoría, tal como ha ocurrido históricamente, un imperialismo obrero absolutamente análogo al imperialismo nacional. Tiene por objeto la dominación realmente ilimitada de cierta colectividad sobre la humanidad entera y sobre todos los aspectos de la vida humana. El absurdo de este hecho se encuentra en que, en este ensueño, la dominación estaría en manos de los que ejecutan el trabajo, los cuales, por consiguiente, no pueden dominar.
En cuanto que constituye una rebelión contra la injusticia social, la idea revolucionaria es buena y sana. En tanto que constituye una rebelión contra la desgracia esencial a la condición misma de los trabajadores, es una mentira. Ya que ninguna revolución suprimirá esta desgracia. Pero la mentira –como evasión– es lo que tiene mayor éxito, ya que esta desgracia esencial de la condición del trabajo se siente mucho más vivamente, más dolorosamente que la injusticia misma. Por otro lado, sin embargo, dicha rebelión conviene esencialmente a la revolución, al tiempo que, en otra línea, la esperanza de la revolución es siempre un estupefaciente.
La revolución satisface asimismo el deseo de aventura, que es la cosa más opuesta a la necesidad y que es incluso una reacción contra la misma desgracia. El gusto por las novelas y los films policiales y la tendencia a la criminalidad que aparece en los adolescentes corresponde también a esta necesidad.
Los burgueses han sido muy inocentes al creer que la buena receta para librarse de preocupaciones consiste en transmitir al pueblo el fin que gobierna su propia vida burguesa; es decir, posibilitar la adquisición del dinero. Han llegado en esta línea hasta el límite de lo que les parecía posible a través del trabajo a destajo y la extensión de los cambios entre las ciudades y el campo. Pero con ello no han hecho más que llevar la insatisfacción hasta un grado de exasperación muy peligroso. La causa es simple. El dinero, en tanto que es finalidad de los deseos y de los esfuerzos, no puede tener en su ámbito condiciones en cuyo interior sea imposible enriquecerse. Un pequeño industrial, un pequeño comerciante, pueden enriquecerse y llegar a ser un gran industrial o un gran comerciante. Un profesor, un escritor, son indiferentemente ricos o pobres. Pero un obrero que llega a ser muy rico deja de ser un obrero y poco más o menos lo mismo ocurre con un campesino. Un obrero no puede ser mordido por el deseo del dinero sin desear salir, solo o con sus camaradas, de la condición obrera.
El universo en que viven los trabajadores rehúsa la finalidad. Es imposible que dicho mundo se penetre de fines, a no ser que ello ocurra en breves períodos que corresponden a situaciones excepcionales. El rápido equipamiento industrial de los países nuevos, tal como ha ocurrido en América o Rusia, produce cambios sobre cambios a un ritmo tan risueño que propone a todos, casi día a día, cosas nuevas que esperar y que desear; esta fiebre de construcción ha sido el gran instrumento de seducción del comunismo ruso, por efecto de una coincidencia que se refería al estado económico del país y no a la revolución ni a la doctrina marxista. Cuando se elaboran metafísicas a base de estas situaciones excepcionales, pasajeras y breves, como lo han hecho los americanos y los rusos, son metafísicas mentirosas.
La familia se procura sus propios fines en forma de niños a los cuales educa. Pero a menos que se espere para ellos otra condición –y por la naturaleza de las cosas, tales ascensos sociales son necesariamente excepcionales–, el espectáculo de ver a unos niños condenados a la misma triste existencia no impide el sentir dolorosamente el vacío y el peso, al mismo tiempo, de esta existencia.
Este vacío paradójicamente pesado hace sufrir mucho. Es sensible, incluso, a muchos de estos hombres, cuya cultura es casi nula y cuya inteligencia es muy pequeña. Aquellas personas privilegiadas que por su condición no saben lo que es esto, no pueden juzgar con equidad las acciones de los que soportan dicho vacío durante toda su vida. No hace morir; pero es quizá mucho más doloroso que el hambre. Mucho más. Quizá sería literalmente verdadero decir que el pan es menos necesario que el remedio a este dolor.
No existe elección de remedios. Solamente existe uno, uno solo. Una sola cosa hace soportable la monotonía, una luz de eternidad: es la belleza.
Existe un único caso en el cual la naturaleza humana soporta que el deseo del alma se dirija no hacia lo que podría ser o lo que será, sino hacia lo que existe. Este caso es la belleza. Todo cuanto es bello es objeto de deseo, pero no se desea que el objeto sea otro, no se desea cambiarle nada, se desea el objeto bello tal y como es. Se mira con deseo el cielo estrellado de una noche clara, y lo que se desea es, únicamente, el espectáculo que se posee.
Ya que el pueblo está obligado a dirigir todo su deseo a lo que ya posee, la belleza está hecha para él, y él para la belleza. La poesía es quizás un lujo para las otras condiciones sociales. Pero el pueblo, en cambio, tiene necesidad de poesía tanto como de pan. No de poesía encerrada en meras palabras; ésta, por propia naturaleza, por abstracta y evasiva, no le sirve de nada. El trabajador tiene necesidad de que la sustancia misma de su vida cotidiana sea ya poesía.
* Fragmento de “Condición primera de un trabajo no servil”, publicado originalmente en 1942 e incluido en La condición obrera, recientemente publicado en la Argentina (Ed. El Cuenco de Plata). El libro se vincula con la experiencia de trabajo de la autora en las fábricas Alsthom y Renault, entre 1934 y 1935.

Mienten


El precio de tus actos todavía pagas
y son monedas falsas igual
no quedan momentos para regalar
el tiempo se consume sin capital

atendiendo cuestiones de pertenencia
ni sabes como empieza la estrofa
oídos cerrados, lectura veloz
bolsillos que compran cultura

Tomado del brazo del que lleva tu canción
en busca de futuros prestigiosos
cuida culos onerosos
da vuelta la jeta al verte pasar

¡Mienten!
con sus caras de preocupados
¡Mienten!
con su sencillez ocasional
¡Mienten!
su amistad es demoledora

El diablo metió la cola



Lo esperaban para el gran torneo de ajedrez, que se hacía en la sede del club independiente. Caminando rápidamente hacia la parada del colectivo, su cabeza proyectaba pensamientos que lo ponían en estado dubitativo con respecto a jugar o no, ese torneo. Él estaba muy vinculado al club de la parada de enfrente: Racing Club.
Sentía que si jugaba ese torneo, traicionaría de por vida sus sentimientos, y empeoraría todavía más, si la comunidad racinguista tuviera conocimiento de esto. Pese a esto alzó su mano dándole la señal al chofer que parara y con mucho remordimiento se dirigió hacia allí. Por cierto ya estaba llegando tarde, así que también lo esperaba  el enojo de sus amigos.
Busco en su mochila su reproductor de música, y le dio vida a su viaje en compañía de la sinfonía n° 9. Leyendo con gran entusiasmo su manual de estrategias ajedrecísticas, se paso de la parada correspondiente, así que cuando se dio cuenta, descendió rápidamente y camino unas 10 diez cuadras para llegar.
Sus amigos parados con cara de fastidio, le criticaron su retraso, pero él no le dio importancia y se dirigió a ellos, como si nada hubiese pasado.
-Hola muchachos, están preparados para ganar el gran premio  (el equipo ganador seria acreedor de un viaje a Inglaterra, para competir en torneos y asistir a seminarios de ajedrez) 
Después de esta naturalidad que tuvo para saludar, más se había enardecido la situación y contesto uno de ellos;
-Como podes venir tan tranquilo, nos citas temprano para que no quedemos afuera de la competencia y llegas 40 minutos más tarde. Si quedamos afuera por que ya se lleno la capacidad de inscripción, vamos a ir a la sede de Racing a informar que uno de sus hinchas más fanáticos, participo de un torneo organizado por su rival más acérrimo.
-Bueno tampoco escandalices, vamos a entrar. (Contesto con tono tranquilizador)
Ingresaron predispuestos a ganar ese viaje. Uno de ellos se acerco a la ventana de informes y pregunto;
-Discúlpame ¿la mesa de inscripciones?
-El pasillo ese, a la izquierda. (Dijo una voz sensual y cálida)
-Si gano este torneo, te llevo de viaje conmigo (Dijo, olvidando que aumentaba la tardanza para anotarse en la competición)
Un tanto sonrojada, la muchacha asintió a su propuesta y este se marcho como si ya hubiese ganado. Les indicó a los amigos para donde había que dirigirse, sin quitarle la vista a la muchacha. Pero, ella un tanto avergonzada lo miraba rápidamente y dirigía su mirada para cualquier otro lado. 
Se anotaron y había que esperar el sorteo. Su equipo se llamaba “Los peones que se resisten al rey”. Mientras esperaban, Julio pensaba cómo hacer para que la chica de la mesa de informes le diera una oportunidad de un café por lo menos.
¡Julio!, llamo uno a los gritos, es su turno: - Si ya vamos- contesto con una voz nerviosa.
Juntó a sus amigos, dijo unas palabras motivadoras y cada uno se dirigió a la mesa que le correspondía. Las partidas se jugaban sin cronometro, así que algunas se hacían un poco más largas. Julio precisamente fue el primero que termino, dándole la primera victoria a su equipo. Fue pasando el tiempo y fueron concluyendo los demás. Este primer enfrentamiento dio 3  partidas ganadas y una perdida.
 Las luces del salón donde se jugaba comenzaron a perder tensión, hasta que en pocos minutos se cortaron. Los organizadores un poco sorprendidos dieron aviso de esto, pero la solución se hacía esperar, así que se decidió que si no se solucionaba, se postergaría el torneo para otra fecha. Luego de unos minutos les informaron que no habría solución a la brevedad y se dio por suspendido hasta nuevo aviso.
Enojados por la decisión estos muchachos, que venían concentrados para la competencia se tuvieron que retirar, excepto uno: Julio, quien se quedo dándole batalla a la muchachita de la recepción.
Julio no sabía si regresar a la reanudación de la competencia, su cabeza no paraba de pensar la  traición al club de sus amores. Su orgullo estaba siendo invadido por algún mal, que no sabía cómo definir y eso no era todo, en Avellaneda hay un diario barrial que cuenta con colaboradores de particularidades, poco usuales para el periodismo: sus cronistas son algo así como espías de toda la zona. Este es un método que utilizan para recabar información filosa, con contenido y más que nada para trascender el ámbito de lo público.
Su identidad sabía que no la iba a cambiar, aunque lo haya pensado. Solo le quedaba la bondad de sus allegados. Su cabeza transitaba por dos dilemas: El que dirán los racinguistas y la chica de la recepción. Ya estaba metido en las dos, tan solo le quedaba seguir en ambas partidas. Del esperado viaje no se iba a bajar, el seminario de Inglaterra siempre fue su gran anhelo y la chica, se había convertido en una clara prioridad, en su escala de valores.
Tuvo una noche ardua para conciliar el sueño, pero finalmente pudo dormirse a las cuatro de la mañana. Cuando despertó, entendió lo que debía decidir, más allá de que sabía todas las contreras que se le vendrían. Tomó el teléfono y llamó, a unos de sus compañeros de torneo.
- Hola, habla Julio. Tengo que decirte algo urgente.
- ¿Qué pasa? – dijo su amigo fastidiado por la hora en que lo había llamado
- Me bajo del torneo. Decime lo que me tengas que decir ahora, porque yo no vuelvo cuando sea la reanudación – aseguró sin lugar a confusión
- ¿estás loco. Que fumaste?  - dijo entre dormido
- Nada, entendí que me la tengo que ir a jugar por la chica de la recepción. Quiero destinar  todo mi  tiempo a eso, nada más. Además no quiero que me tilden de nada los racinguistas. Vos sabes muy bien que corro el riesgo de que me expulsen por traición.
- Vos, si que estas chiflado, Julio. Ma’ está bien, hace lo que quieras. ¡Chau! – Golpeó el teléfono
Julio, ya tenía su plan de conquista y quería ejecutarlo lo antes posible. Se cambio rápidamente y se dirigió, a donde se realizaba la competencia. El lugar todavía estaba cerrado porque era demasiado temprano, pero nada importaba, solo quería verla a ella. La esperó sentado en la esquina. Ella debía pasar por ahí, como todos los días. Ese día tardo más que siempre, y él asustado por esto, no sabía si ir a averiguar al lugar por ella o esperar un poco más. A punto de dirigirse a preguntar por la chica, vio que se asomo por la vereda de enfrente muy apurada. Corrió a su alcance y le dijo:
-Acabo de dejar la competencia. Sentía que estaba defraudando a mis queridos colores – dijo con los ojos brillantes de expectativa.
- Ah está bien, yo hubiese hecho lo mismo – contesto ella, validando su actitud.
- Me queda decirte otra cosa más: Estoy enamorado de vos – arremetió sumido en sus palabras.
- Ay, no sé qué decirte. Me pones en un compromiso. Nunca podría estar con vos.
- ¿Por qué? – preguntó con sorpresa
- Porque, me pasa lo mismo que a vos con el torneo…
Soy de independiente.   

Todo por culpa de Arlt



Una primera lectura vasto 

(crónica cotidiana)



No era un día más para Manuel, precisamente estaba finalizando la novela que le otorgaría la tan esperada gratitud personal. Él se había lanzado a escribir esta historia, a través de un cuento de Arlt, que leyó hace unas semanas, llamado: “el escritor mediocre”. Fue tanta su fascinación por esa lectura, que ese mismísimo día, comenzó a incursionar sobre el oficio de escribir. Admirado por la prosa de este escritor sombrío, decidió también dejar sus estudios de ingeniería en sistemas, para pasar a relacionarse y concurrir a lugares expresamente literarios. Recorría bibliotecas y librerías semanalmente. Asistía a eventos teatrales y plásticos, su vida había dado un giro inesperado para sus seres más cercanos. Estos comportamientos empezaron a generar preocupación en su pareja y en su familia. Pasaba horas leyendo y escribiendo, casi ni comía.
Una noche su pareja decidió quedarse a dormir con él, para observarlo con más detalle. Ella no entendía cual era la causa repentina de semejante cambio. Necesitaba ultimar, que era lo que estaba sucediendo. Al principio sus reproches, eran que la engañaba y que fingía todo esto de la lectura, para poder escaparse. Llegaba a decirle cosas como: - ¡Como puede ser que de un día para el otro, leas y escribas. Me estas ocultando algo!, solían ser las palabras de ella cuando discutían. El paso del tiempo, le demostró que nada de lo que pensaba era cierto, efectivamente Manuel se pasaba las noches leyendo y escribiendo.
Él todo lo que decía frente a estos embates, era que había descubierto la libertad. Sin cuidado a haber dejado atrás las expectativas que tenían de él, se mantenía firme sobre la escritura de su novela. Su adolescencia fue dura. Sus padres construían a un ingeniero sobre su figura, sin que todavía lo fuera. En todas las reuniones sociales, presentaban a Manuel, como el futuro ingeniero de la familia. Diariamente su padre se encargaba de recordarle que tenía que seguir sus pasos. Entonces, le decía: - Mira hijo, la vida requiere de esfuerzos. Si vos queres tener dinero, tenes que saber de tecnología e ingeniería, por eso estoy juntando lo suficiente, como para enviarte a estudiar a Harvard –
De niño escuchaba todo lo que decía su padre, admiraba cada palabra que entraba en sus oídos.  El esfuerzo de su padre se hacía intachable. No podía desperdiciar la oportunidad de estudiar en Estados Unidos. Desde aquel día, el tiempo tomó su curso. Sus padres tuvieron algunos problemas económicos y tuvieron que usar el dinero. No le quedó más remedio que empezar la carrera de ingeniería, en una universidad pública de Argentina y postergar el viaje, para cuando llegue el momento del doctorado.
Vida social, era lo que le sobraba. En una de las reuniones que solía frecuentar los viernes. Uno de sus amigos (el que menos quería), se sorprendió cuando Manuel habló de su falta de interés por la literatura Argentina.
-Manuel, estas desperdiciando tu vida en esa carrera, que ni siquiera vos has elegido. Toma lee este libro de cuentos y después contame si sos feliz de verdad, con lo que haces.
Instantáneamente después de esas palabras, bebió un sorbo de cerveza y siguió en la charla con todos. Manuel no entendía cual había su ofensa, al mostrar desinterés por la literatura Argentina, pero igual acepto el libro sabiendo que cuando llegase a su casa lo tiraría por ahí.  Más allá de todo el rechazo, en esta ocasión decidió, una vez llegado a casa, hojear el místico libro. Los primeros cuentos le causaron un poco de gracia, casi que se burlaba del autor, por su brutalidad. No entendía como este tipo de escritores, podían trascender. Pese a su altanería, no pudo dejar de leerlo, incluso no paró hasta terminarlo esa misma noche. Como le quedaba poco, paró unos instantes la lectura, para servirse un trago. Todo lo que hizo hasta ver la luz del día, fue beber y devorar páginas y paginas.
¡Yo sabré poco de literatura pero este directamente no sabe un pepino!  reflexionaba mientras terminaba de beber. – Este es el último cuento, por suerte. Tiene nombre autobiográfico: escritor mediocre – pensó en tono jocoso. Igualmente su transitar por el cuento fue diferente a los demás. A medida que leía, pensaba su futuro como escritor.
La concentración para este cuento, fue acérrima. Envuelto en un ritual paradisiaco, estaba decidido a entregarlo todo por este nuevo dios. Al finalizarlo, levanto la vista vislumbrado por su sensación. Al principio, un poco confundido por lo que se le paso por la cabeza, soltó el libro con desdén. Esa noche fue de puro insomnio. Solo pensó, que su vida transcurrida hasta ese momento, era nada.
Con los ojos notoriamente cansados, a la mañana siguiente, fue en busca de más libros. Recorrió todas las librerías que pudo. Solo escribía y leía. Los reproches eran una constante, pero él tan solo respondía: “Manuel se ha ido en libertad”.