Coautora de la historia: Mercedes Marchisio
1
A la salida
del recital, caminé junto a ella. Intente mirarla con cierta complicidad por
todo lo que habíamos vivido en ese show, y tan solo me devolvió una sonrisa al
pasar. Necesitaba besarla, para que el fin de semana sea completo. Arrancar la
semana, sin nada, es deprimente. Y no solo eso, lo peor es cuando me levanto de
la agitada noche y me encuentro, con una mesa de caras fastidiadas con la vida.
Mi padre, con su cigarro entre los dedos, los lentes a mitad de nariz y con el diario
en sus manos, diciendo:
- Este
país, esta lleno de hijos de puta. No te das cuenta que los bolivianos y los
paraguayos, nos están quitando el trabajo. Y esto no es nada, lo peor es cuando
se te meten en las villas, a vender droga. ¡Negros de mierda!
Al
principió le doy un poco de atención a sus gritos pero a los pocos segundos, me
tengo que levantar e irme, porque las discusiones políticas son una constante y
se ponen arduas. Mi madre no la pasa nada bien, cuando sucede esto y tan solo
opina, que la figura política por excelencia, será siempre: Peron. Ella no
suele hablar sobre estas cuestiones, descree de la política. Solo habla de
Peron, por su padre. El fútbol, también suele ser un gran tema de discusión y
no porque discrepemos en los equipos, si no por el juego que nos gusta a cada
uno. En esta casa somos de palabras fervientes, casi no existen los matices y
mi preocupación empieza a existir por esto: tengo que presentar a mi novia en
casa. Mis padres con tono convencional y conservador, me lo están exigiendo. No
debería tener pudor a hacerlo, ella no va a generar el dilema, el problema va a
ser cuando tenga que juntar a las dos familias. Los padres de ella son
piqueteros, que viven de planes sociales y mis padres, son dos empleados de
clase media, que todo el tiempo protestan por estas cosas. Yo creo que este
cruce puede ser el disparador de una catástrofe. La tengo difícil.
Todavía no
me puedo olvidar, esa vez que veníamos de la casa de unos familiares: mi padre,
mi madre y yo. Volvíamos en el auto hablando bobadas, mi padre se detuvo frente
a un semáforo que se puso en rojo y mientras esperábamos para avanzar, un chico
que se encontraba allí, limpiando los vidrios por unas monedas, se acerco al
auto y ofreció sus servicios. Mi padre le dijo que no, un poco fastidiado por
la situación y el chico, le hizo un gesto como para que le diera una moneda.
Así fue entonces como, la poca paciencia de mi padre se agoto y le lanzo una
escupida terrible. El chico se corrió hacia atrás y pudo esquivarla, pero tuvo
la mala fortuna de que un auto que venia de frente lo atropelló y le provocó
una cuadriplejia. A causa de esto comenzamos a recibir amenazas, todos los días
y a cualquier hora. Es por esto que nos tuvimos que mudar, a donde vivimos
actualmente, pero no puedo revelar donde es, por ordenes de mis padres.
Me rompo la
cabeza pensando, como voy a hacer para presentarle a la familia de ella, pero
no se me ocurre nada astuto, como para hacerlo. Todo lo mínimo que se me hace
presente como idea, es conducente a un drama filial. No me puedo sacar de la
mente, lo que va a hacer cuando estrechen sus manos ambos y mi padre le haga su
típica pregunta: “¿A que te dedicas?”.
Mi novia,
sufre por esto: quisiera que sus padres fueran otra cosa, no acepta la imagen
que dan. A raíz de esto, discutimos diariamente porque no me gusta que diga
esas cosas. Cuando pasa esto, ella me dice que tengo la mentalidad de sus
padres. Empieza a reprocharme que no tengo ni idea de lo que estoy
defendiendo. La última vez que paso algo
así, sacó una caja llena de recortes de diario y algunos cascos de bala, que
tenia de recuerdo de las últimas marchas a las que había asistido con sus
padres. Me decía, con lagrimas en su cara: - Vez estas balas, que tengo acá. No
quiero que tus pelotudeces sociales te lleven a tener una de estas en la
cabeza. No me importa que no te guste lo que te digo, quiero salvarte de la
misma estupidez que están haciendo mis viejos. Los están usando y los muy
boludos, se creen que son “el che” Guevara.
Siempre que
podía aprovechaba estas discusiones y me decía esto. Primero la dejaba hablar,
para que se descargara con todo lo que pensaba con respecto a esta situación y luego, de forma
calma, le decía:
-Yo
entiendo todo lo que decís, pero tenes que entender que todo eso que estas
diciendo, es porque no queres seguir la misma pendiente que tus padres. Es
decir, si tus padres hubiesen sido músicos, a vos te hubiese costado, seguir su
mismo camino. Todo esto, es un rechazo a la figura de tus padres. Necesitas
despegar de ellos diferenciándote y la mejor manera que encontras es
reprochándoles su acción social.
Ella se
enojaba el doble, cuando le tiraba estos sermones. Me contestaba, medio entre
dientes: “otro che Guevara más”. A pesar de estos conflictos, que estaban a la
orden del día, también intentábamos planificar como haríamos para efectuar la
presentación de nuestras familias. Esto consistía en pensar un poco y llorar otro
tanto, por el abatimiento que sentíamos, cuando nos dábamos cuenta de que era
más imposible, que posible.
De regreso
a casa, sin nada definido, encontré a mi madre en la mesa de la cocina llorando
desconsoladamente.
- ¿Qué paso
Ma?
- Tu padre,
hijo. Se quedo sin trabajo. Lo echaron como a un perro, por reducción de
personal – dijo desconsoladamente
- No te preocupes,
seguro va a encontrar otra cosa. No te olvides, que el viejo es un busca vidas
– dije casi adultamente
- ¡Pero que
decís, hijo! Que buscas vidas, ni que nada. Tu padre, es un culo sentado, que
espera que las cosas le caigan del cielo. Todavía no te diste cuenta, que solo
sabe vivir cuando tiene guita.
- No digas
así. Dale una oportunidad, con esto que le paso se te va a tener que mover
seguro. Vos sabes que nunca le gusto, no ser el jefe de familia.
Entre
llantos y algunas palabras más que cruzamos con mi madre, se acercaba el
momento de tener que decirle, que estábamos organizando con mi novia una
presentación formal de las familias.
- Se que
esto que te voy a decir es un poco descolocado, pero la semana que viene, ya es
la presentación de las familias. Así hay que levantarle el ánimo a papá. Puede
llegar a ser demoledor.
A mi madre
no tuve que explicarle demasiado sobre la situación, ya le había adelantado
algo sobre los padres de ella. Se lo tomo bastante bien pero estaba
desorientada con respecto a la reacción que podría llegar a tomar mi padre,
pero no perdía las expectativas. Al día siguiente, me levanté con todos lo
ánimos por las nubes y me encontré con mis padres en el desayuno. Mi padre
cariculico, leyendo el diario, acotaba sus frases matinales: - ¡Negros de
mierda! Estos piqueteros, mal nacidos que le perturban la vida a las personas
normales. En Europa esto no pasa, querida, porque allá existe el respeto por el
otro – Mientras terminaba de escuchar sus agravios a todo el mundo, con mi café
a medio terminar, le dije:
- Papá, la
semana que viene, van a venir los padres de mi novia a comer un asado. Quiero
que los conozcan, así me dejan de perseguir todos los días con lo mismo.
- Esta
bien, sabes que no hay problema. Ahora yo te hago una pregunta ¿por qué no me
queres decir a que se dedican?
- Porque
prefiero, que tengas motivos de conversación para conocerlo y ese es un buen
motivo, para iniciar una charla.
Con todo
casi controlado, para realizar esta juntada. La llamé a mi novia y le comente
con gran entusiasmo, que ya estaba todo listo. Un poco asustada, lo primero que
me pregunto, fue: si le había dicho a mi padre, a que se dedicaban los suyos.
Le conteste que no había dicho nada. Ya no me importaba lo que pensaran.
Desde mi
lugar, intentaba calmar las aguas, no quería generar ningún tipo de clima de
tensión. Todo quedaba en manos del bendito azar.
2
El asado
crujía, haciendo desear. - ¡Timbre! – dijo mi novia. Fui hacia a la puerta: eran
los tan esperados invitados. Pasaron dando algunas carcajadas, por algún chiste
al pasar y se encontraron con mis padres. Se saludaron amablemente y el padre
de ella, saco de su bolso, un obsequio.
- Esto es
para ustedes – le dijo a mis padres
Lo agarro
mi padre con gran entusiasmo y comenzó a romper el paquete. Ansioso, se deshizo
del papel y se encontró con un libro de Karl Marx: El Capital. Primero, lo miro con sorpresa, levantó la mirada y los
miró a ellos. Agradeció cortésmente y se lo dio a mi madre para que también lo
mirara. En esos minutos de silencio, el padre de ella, dijo:
- Su hijo
me dijo que le gustaba leer filosofía. Pensé que este le podía llegar a gustar
– dijo casi con complicidad
Mi padre lo
miró nuevamente, lanzo una sonrisa confusa y los invito a pasar a la mesa. El
asado, con dejos de excelencia. Impuso una sobremesa fabulosa: desde café a
increíbles postres. En ese momento álgido del encuentro, mi padre se rompió a
llorar, a causa de lo que le había sucedido con su empleo y también ayudado por
la ingesta de alcohol. Quedó como el punto de atención por varios minutos.
Trataron de calmarlo: el padre de mi novia contó algunas anécdotas, de sus
experiencias como piquetero, para trasladar la atención a otra esfera. Yo sabía
que eso seria peor, porque comenzaría la discusión política. Ya era tarde para
interrumpir, mi padre lo estaba escuchando con mucho detenimiento. Habló más de
una hora sobre esto, cuando paro tomar algo, mi padre aprovechó la oportunidad
y lo interrumpió, y dijo:
- Así que
sos piquetero – arremetió sin pudor
- Si, esto
comenzó en el 2001. Gran parte de mis amigos y allegados se quedaron sin
trabajo y decidimos formar una cooperativa de lucha. Se puede decir que al
momento hemos obtenido buenos resultados.
- ¡Ah mira
vos! ¿Y vos crees que esto, es buscar trabajo – pregunto, ya un poco más
alterado
- Calmese buen hombre. Es una alternativa de
lucha frente a la precarización laboral – dijo pedagógicamente
- No me vengas con macanas a mi. Eso es una
alternativa a la vagancia – dijo, encolerizado al maximo
- A mi no me va a gritar asi, ¡eh! O se calma
o vamos tener que hablar en otros terminos
- ¿Ah me estas amenzando? Que vas a hacer: vas
a traer a tus amiguitos para que me hagan un piquete en la puerta.
Con toda una armonia desmadrada, tuve que
interceder casi a los gritos para que se calmaran. Mi novia lloraba sin parar,
gritando: ¡Yo sabía que esto iba a ser imposible! Los padres de ella, se
pararon y se fueron, al grito de: “ Fachos” . Mi padre detrás de ellos, casi
como echandolos, les gritaba: “Vayan a laburar, manga de vagos” y todo se había convertido en la belicosidad pura.
A la noche, un poco más calmado y deprimido por su
falta de trabajo. Mi padre habló con mi madre, casi avergonzado por lo que
había pasado. Creo que no me va quedar otra alternativa para conseguir un
trabajo que acercarme. Mañana mismo me pongo en contacto con este tipo, le pido
disculpas y…