Che, vos sabes que iba en el subte y veía a los pibes
laburando con sus cajas de golosina, pañuelo descartable o tan solo dejando una
estampita con un escrito, que decía: “Con su ayuda llevo la comida a casa”. Me
pareció interesante prestar atención a la cara de los pasajeros, ver sus
rostros inertes frente a la situación, como una cosa cotidiana, bah. ¿Qué paso
con los sentimientos y la sensibilidad del alma? ¿Fueron absorbidas por las
ansias de llegar a casa? Preguntas, estas, que se me cruzaban y avizoraban tan
solo una respuesta: Nos acostumbraron a naturalizar tan bien, que no nos parece
malvado que estos pibes derrochen su adolescencia trabajando para la lacra de su
padre. Que por si fuera poco, lo golpea si no le lleva la guita a casa y la usa
para comer. Estas cosas que digo, me podrán decir que ya se saben, pero acá lo
urgente es la naturalización que hace el ser humano de las cuestiones profundas
¡Esto no se puede contemplar!
Entiendo que la culpa de la miseria no la tiene la gente, pero
es importante entender el concepto de que no nos despersonalicen y nos
conviertan en seres ajenos a vislumbrarnos. Hay pautas, tales como: no esquivar
algunos problemas que conciernen a la fortaleza y lo que hacemos con nuestra
conciencia (política). Todo acto es político, allí están nuestras huellas de lo
que somos. Desentenderse con argumentos desinteresados sobre algunos temas,
conlleva a que no entendamos por donde viene la cosa. Aunque sea difícil este
entramado de significaciones llamado sociedad, hay que hacerle frente a la cosa
en sí. Ustedes se preguntaran ¿cuál es la cosa en sí? La lucha popular
No nos dejemos
incendiar.
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