lunes, 23 de julio de 2012

(D) escribir el patetismo argentimedio



En la puesta de la vida todos nos enfrentamos a diferentes instituciones que promueven y canalizan nuestro pensamiento, nuestro modo de ser y la forma de encarar el camino hacia la muerte. La entereza del ser humano acaba siendo una forma de resistir, dentro de lo posible a todo el avasallamiento de cómo conducir nuestra vida. Lo demás después de esto no se que será, por el momento solo conozco esta vida que es de seres humanos, aunque algunos muchos no sepan de que se trata.
Posiblemente muchas veces tenga que chocar en la muralla que propicia la sociedad escudándose frente a nuevas interpretaciones de lo que es la felicidad, frente a un nuevo sentido común que no es el del camino universal emprendido masivamente. Todos los protestantes de un posible cambio que se pudo haber producido en la historia, se repliegan en la comodidad de confiar sus valores a personas que según se dice son correctas para hacer esto, ejem: políticos atropelladores pero convincentes en sus ideales de cómo generar seguridad.
Muchas veces me pregunto en qué condiciones se encuentra la fortaleza y el espíritu crítico de las personas para zambullirse de cabeza en alentar a personas que no tienen ni la más remota idea de cómo hacer política. Claro está que sus seguidores son igual de torpes que estos “políticos”, porque nunca se interesaran en informarse sobre la historia argentina y su siempre fracaso rotundo a la hora de votar. Es constante el impedimento al avance de propuestas en donde el motor principal es la inclusión de todos por igual.
Fracasos tras fracasos y seguimos denostando a personas que intentan dejar atrás un pasado trunco devenido por ejercer la libertad económica. Personas que intentan que el país no sea conducido cual si fuera una empresa, que intentan que las posiciones de los economistas solo se posen en los números y no desdibujen el significado de la palabra política. Esto es fundamental en estos tiempos, para no volver a la barbaridad que alguna vez hizo que la sociedad se maravillara en viajes y consumos paupérrimos.
Los marginados siguen siendo estigmatizados por el discurso de los medios y por políticos retrógrados que siguen sin proponer un verdadero cambio y solo reconocen como culpables a los de siempre. La agenda sigue haciéndonos pensar los mismos temas: Seguridad, respeto a la propiedad privada, etc, pero nunca nos hablan de la inclusión social para aquel que no posee nada. Si hay algo agradable de todo esto díganme que es, así me acoplo y dejo de rebuznar, como dicen algunos.
Para los más genuflexos, todo esto que estoy diciendo puede que lo cataloguen como distorsionado, alocado y si tienen la sangre en el ojo como le pasaba a ese señor que encarcelo a Gramsci por considerarlo una amenaza política, dirán que estas cosas solo se le pueden ocurrir a un tipo con inclinaciones progresistas o sublevado a la tradición occidental, pero bueh... es preferible estar en el lado incorrecto que ser bien visto por la señora que almuerza[1], por ejemplo.
Es por eso, señores, ustedes son dignos de elegir, pero después no hay que reclamar si la elección fue incorrecta, como viene pasando hace largos años en la política Argentina. El tan bien conocido como “yo no lo vote”.     
Erdosain


[1]  Termino utilizado, por José Pablo Feinmann.

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