En este atolladero algunos cerebros se cavilan en tormentos,
tales como: la vida. Las percepciones se escapan de las manos, esas sensaciones
parecen inmanejables. El mundo se desarrolla muy rápido, el sistema nervioso se
altera. Nadie escucha a nadie, las voces se pierden en superficialidades
extremadamente: ¡Idiotas! Parece un encierro difícil de evadir, pero
repentinamente esto va estallar y ahí, recién, torceremos la cabeza para ver un
poco para atrás. Mientras tanto, que todo siga su curso de manera normal - ¿en quién
vas a depositar las creencias? – la evolución se comió al humano.
¿Se podrá descargar la felicidad por internet? En estos
tiempos de fácil aburrimiento y ansiedad, la corriente se comprime farmacológicamente.
Mil quinientos discos, para escuchar dos temas sin darle la oportunidad a la
obra entera. Diez mil temporadas de series descartables, para pasar el tiempo.
Todo está al alcance de la mano, se acotaron los esfuerzos. Las reuniones
sociabilizadas desde un vidrio inter espacial, que nos da la posibilidad de
ahorrarnos el desgaste de energías en las cuerdas vocales.
El exceso cooptado por la industria, nos disfrazó ídolos que
buscaron la autodestrucción, tan solo porque es la actitud que hay que tener
para ser de la escena. La noche colapsada de seres que se autodestruyen sin
razón, respetando a rajatablas lo que indican algunas revistas snobs. Discursos
potenciando placeres, completamente innecesarios para la expresión. Y ahí andamos,
por la senda de las normativas que ultrajaron el espíritu de aquellos que
quisieron profundizar en algo distinto. Soldados, al fin y al cabo, de las
tropas equivocadas. Voceros de incompetentes, que lo único que quieren es
maniatarnos.
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