"Hay solo dos cosas con
las que uno se puede acostar: una persona y un libro."
Ray Bradbury
Si hay una profesión
maravillosa, esa es el periodismo. Para entender ciertos contextos hemos
necesitado de plumas incansables por ponderar la verdad: Roberto Arlt, Rodolfo
Walsh, Paco Urondo, Fabián Polosecki, Eduardo Galeano, Aníbal Ford, Vicente
Zito Lema, Horacio Verbitsky, Bernardo Verbitsky, Osvaldo Soriano, Enrique
Symns. Y si nos remitimos a la actualidad, podemos hacer uso, no solo de firmas
de este calibre, sino también de revistas comprometidas con las buenas
mediaciones: Sudestada, NAN, Hecho en Bs As, Mascaró y una mítica que ocupo un
lugar importantísimo, a principios de los setenta. Me refiero a Crisis. Aunque
tampoco puedo olvidarme de una de las revistas más irreverentes de principio de
los ochenta: Cerdos y Peces.
Por detrás de este
oficio existieron y sigue existiendo, las mil maneras de darle su condición de
academicismo, pero en boca de periodistas y cuando se someten a los primeros
garabatos para completar una hoja en blanco, atrás queda cualquier síntoma de condición
cientificista. Escribir periodismo por sobre todas las cosas, lleva un deber ético
y aventurero a la hora de informar o dar a conocer algo que estaba siendo
relegado por la cultura oficial. Es poner en la superficie, una figura, un
hecho o destrabar cualquier especulación que intenta hacer la clase dirigente.
Pues, insubordinarse desde la palabra y hacia las formas estéticas que intentan
condicionar, es esencial para no sentarse a comulgar con los patrones de la
información.
“Yo creo que el ejemplo
de (Rodolfo) Walsh en la generación clandestina de noticias (ANCLA) y otros
instrumentos de prensa durante la dictadura, nos permite a nosotros entender
que el periodismo es posible de hacerlo, aun en las peores condiciones posibles.
Estamos hablando de un intelectual perseguido, un tipo que estaba clandestino
viviendo en San Vicente con su familia víctima, también, de la misma dictadura
que lo estaba persiguiendo él y con pocas herramientas en su mano. Con una
postura crítica con respecto a la organización a la que pertenecía, de todas
maneras era capaz con un grupito pequeño de periodistas y un puñado de
herramientas concretas: dos máquinas de escribir, papel carbónico y la decisión
de hacerlo, intentar plantar una bandera frente a un mapa del periodismo que en
ese momento estaba vinculado a los que se iban del país por miedo y los que se
quedaban y eran complacientes con el poder militar de entonces…”, decía Hugo Montero - director de la Revista
Sudestada – al informativo Visión 7, en el marco de la conmemoración del día
del periodista y en base a la edición especial que hizo la revista sobre
Rodolfo Walsh. Referente para muchos.
Muchas de estas
personas antes mencionadas, conscientes de las banderas que había que sostener
y pese a las pacatas posiciones de ciertos poderes, siguieron siempre adelante
con consecuencia. Viviendo el periodismo en los constantes actos de sus vidas y
no solamente de puertas adentro en la redacción. Más allá del trabajo y de que
muchos escribían para poder comer, nunca se dejó de darle identidad a la
identidad. Forjándose el mapa de conocimiento en los cafés y charlas con tipos
arrojados a la generosidad intelectual, con pocos ánimos de presumir talento más
allá de tenerlo.
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