miércoles, 19 de noviembre de 2014

Sin dolor erótico


Voy a dormir
en la almohada del placer, lacerante
tener sueños eróticos
y no beber el dolor

De la conciencia no quiero saber
el recuerdo sórdido
cremado en la arena
en las llamas de ese grito

Todavía no anda por acá
flota en la intemperie
sus manos resbalan, me suelta
gotea la soledad en su alma

Por eso prefiere dormirse
no acudir al santo grial
no anda de últimas
prepara a los hombres  


sábado, 25 de octubre de 2014

Cinco en busca de un disco



"Se suicidó, era el mayor intelectual que he conocido, y dejó una nota que decía "salgo por la ventana"".

Woody Allen





Hoy fuimos a seguir con el trabajo de edición del disco. Estábamos los cinco pegados a la consola, atentos a los sonidos y a todo lo que pasaba cada vez que la pista se disparaba. Saca esto, pone lo otro, este arreglo va, este no, en este tema va la guitarra limpia, en este otro va bodrio y tantas cosas más que jamas hubiese imaginado estar haciendo con amigos.
Cinco años de peleas (bastante fuertes), pero la relación sigue firme al pié del cañón y la consigna está más que vigente, de hecho es el centro de la cuestión: me refiero al grupo humano que se logró en todo este tiempo, donde vivimos muchas cosas. No quiero irme por las ramas, acá la cuestión es que nuestra manifestación paternal viene con música y una caja de plástico. Por supuesto que va a tener nombre pero en el libro de nombres no hay ninguno que nos guste, así que optamos por que cada uno traiga nombres y se elija cual va a quedar. Después veremos que pasa en el registro, cuando vayamos a anotarlo. Por el momento el embarazo marcha bien y sano. Todos cuidamos de esa gran madre que nos abraza en los momentos más difíciles y nos saca adelante con mucha fuerza. En su panza lleva diez canciones que fueron y son la matriz de un vinculo que se ha podido expandir a través de las melodías. 
Es placentero recordar el momento de nuestro primer encuentro. Tanto hablar de lo fabuloso que sería, por fin logramos concretar todas esas ganas con la inocencia de empezar. En el garage, ese primer mes, salieron tres canciones seguidas y todos estábamos navegando por la lujuria de mirarnos las caras y reconocernos en lo que estábamos haciendo. Fue el momento más pleno, las voluntades se chocaban entre sí y esa pelota de sonido empezó a formar una identidad, una forma de hacer. 
Es el día de hoy que sigue siendo así: pelota de sonido con pocas ganas de bajar la guardia y el refugio de cinco personas en permanente interpretación, pero con el riesgo de que Manzanitas nos pegue una patada en el culo si traicionamos los paladares.   




     

martes, 9 de septiembre de 2014

Nuestras bandas de sonido



"Ahora es nuestra la ciudad. 

Ahora es nuestra y nada mas. 
Si no te gusta lo que ves andete a vivir Nueva York. 
Si no te gusta como soy andate a morir a Nueva York. 

Caretas, caretas, caretas, caretas." 
Los Gardelitos



Voy a empezar mencionando a la música como la única razón para estar acá. Es posible muchas veces prescindir de la terapia, si encontras el disco indicado. Sí, lo sé, no es tan sencillo llegar a él pero no es imposible. Cuando vas detrás de los sonidos y de una poética que pueda ponerse en el lugar de las penas, podes cruzarte con maravillosas obras que ya casi no se reproducen; con letras que fueron quedando en el olvido y que solo las recuerdan personalidades con trastornos obsesivos, tan solo por conmoverse un poco.
Mi amigo Nacho con el cual crecí y al que todavía veo – y gracias a la vida compartimos una banda de rock – hizo escucharme cosas magistrales. Tal es así, que por sus capacidades argumentativas sobre la obra, más lo que mis oídos llegaban a entender pude enamorarme de Queen y de las pinceladas de Brian May. Una guitarra única, con los sonidos necesarios para entender hacia donde había que ir. Éramos chicos, pero recuerdo bien su amor por esta banda. Logró traspasármela. Después vinieron los sonidos de Pink Floyd y siempre gracias a él. Estar inmerso en ese mar de intensidades, de pasajes fuera de cualquier lógica posible para la escucha popular, me provocó una distorsión interna tan grande que trastabillé con lo que era. Hasta ese momento no podía correrme del rock “chabon”: La Renga, Viejas Locas, Los Gardelitos, que envolvieron un gran trayecto de mis años y de los cuales aprendí e idolatré con furor. Y me estoy olvidando de Los Redondos, ese gran postulado de una jerga que me arrinconó al diccionario tratando de entender cada palabra que iba aprendiendo mediante la escucha. A los de La Plata llegué por mis hermanos y terminé de quererlos a raíz de un cassette que me prestó otro gran amigo: El Moty. Lo escuchaba todas las noches antes de dormir y cada una de esas canciones aportó lo suyo en este camino de la resistencia a lo masticado. Una verdadera escuela para esos años de constante descubrimiento y búsqueda. Hasta, quizás, puedo decir que fueron mis setentas. O así parecieron. Algo bueno se auguraba por aquellos días de constante yirar por la calle.
Escuchar discos era todo un ritual: siempre lo hacíamos de a muchos y en la casa de alguno y con mucho volumen. Se discutían las letras e internalizabamos cada melodía como se fuese tocada por nosotros. En la mesa, mientras la música sonaba, nos acompañaba una hoya con fideos que terminaban como mazacote, pero que igual devorábamos con vino o con cerveza. Al costado de la comida, un cenicero repleto de colillas y de tucas, perfumaba la sala. La puerta del patio permanecía abierta para poder echar ese humo medicinal. Si algún tema causaba asombro por demás lo volvíamos a poner, hasta que nos cansábamos y pasábamos a otro disco.
A la noche todos a la calle, a vivir como nos dictaban nuestros sofistas rockeros. Mucha caminata, hacer las compras y la plaza que albergaba nuestras almas, que ponían sus labios en picos de plástico esperando no saber lo vendría después. Los momentos eran únicos y repetíamos el track todas las noches.

Hoy: quisiera que todo no concluya al fin.        

sábado, 6 de septiembre de 2014

Advertencia de fin de semana (hoy Manzanitas)



Alguien camina por la sombra de lo que fuiste
Y por sobre todas las cosas, camina
Sin pautas de convivencia, los besos arden
Repelen todo postulado de soberbia
Te Prendes al futbol del cero a cero
Y con los enigmas del empate
Pedís tregua a la defunción
Quién puede decir chau en el corazón
de la lujuria
Se despierta manzanitas
Y precisamente esta noche

jueves, 4 de septiembre de 2014

Futuro atrasado


1

Nadie sabe que brota de la memoria,
pero olvido quién tenía felicidad.
Sigo estando como soldado
en este campo de batalla
de trincheras nauseosas
y enfrentando a mi cuerpo, 
que claudica a la revancha.
La memoria desleal, juega sucio,
sin tregua al descanso.
Y si brota, hace trizas al adulto, adultontado.


2

La espesura nocturna
no quiere improvisar,
perdió un pedazo de alma;
ni siquiera suda
ni siquiera sufre.
Se sentó a esperar
una gloria perturbada
por la afanosa modernidad.


3

Dame algo tuyo, espontaneo.
Estamos a los gritos con la vida
para no perderle pisada
a las cosas no importantes.
No quiero lo relevante,
son los agentes del stress
y para pisar la calle, te pide cubrirte
de pastillas, no parar y autismo.



domingo, 17 de agosto de 2014

Donde conviven los libros y la música


"No llores niño, no tengo la culpa de ser feo"
Futbol





Si las novedades no avanzan, habrá que salir a buscar ese halo de esperanza. Muchas veces no todo debe tratarse de un triunfo, sino más bien de acompañar esa fuerza que traiga la joven caricia de la libertad. Y para esas cosas existen muchos proyectos encabezados por personas que no bajan la guardia, ni piensan hacerlo más allá de los embates y el espaldarazo de las industrias febriles. Pienso rápidamente en los inicios de la radio Fm La tribu, siempre ubicada al costado del éter más plausible, con una programación destinada a un compromiso dentro del (des) orden de lo cultural. Una batalla constante frente a las autoridades que ocultan las diferentes luchas, debajo de la alfombra de una voz “oficial”.
Ayer, en el bar de Fm La Tribu, pude apreciar que realmente existen otras formas de contar y de no reducirse al lugar donde todo parecería más cómodo. Pasear por la feria de las distintas editoriales independientes y ver el proceso de un trabajo alineado con la propia pasión, permite enamorarse de las utopías. La posibilidad de leer esas voces, desparramando a chorro limpio impecable narrativa. Poetas reformulando el sentido de la metáfora, convirtiéndola en una herramienta para pensar, sin ser ultrajada por el puro estilo de una prosa bonita ni un verso que sea la puerta para pasar al mundo de los sabiondos.
A la noche, con algunos amigos, fui por primera vez a un festival que tiene un nombre que realmente termina de completarse con lo que uno puede ver. Estamos hablando del “Festipulenta”, que se realiza en Zaguan Sur, ubicado en la calle Moreno 2320 en la zona de Balvanera, Capital Federal. Este festival  vendría a ser una reunión que abarca distintas partes de nuestras artes y promueve, justamente, un intercambio no solo del orden de lo sonoro con las buenas bandas de rock (aunque discutible el tema del genero), que podes escuchar. En ese lugar, a parte, hay unas mesas que lucen libros de encuadernaciones artesanales, discos y comics. Con la música conviven las editoriales que están en permanente lucha por el sueño.
Difusión alterna, Funesiana, son algunos nombres  de las editoriales que permanecen firmes hasta el final del festival. Por supuesto hay varias más, pero la ingesta de alcohol ahora no me deja recordar el resto. Y como decíamos al principio, con respecto a la búsqueda de nuevas fuentes inspiradoras de libertad, en esta oportunidad me atrevo a decir y recomendar este lugar en el marco de este festival. Buenos libros, autores nuevos, intercambio constante, buenos artistas...en fin, a mi entender no se puede pedir más.  














sábado, 19 de julio de 2014

Cine tramposo




 Del mismo lugar donde conocí y conozco a la mayoría de mis chicas, salimos entusiasmados con la película. A mi novia, mucho, no le gustan los Films de terror pero esta le cambió su parecer. Pudo ver todas las partes, donde uno salta del asiento, sin taparse los ojos. El camino a casa lo hicimos comentando algunas escenas y luego mandó un mensaje por celular. “Le estoy contando a las chicas, en el grupo, lo de la película. Esto es un logro para mi”, dijo, contenta, mientras tecleaba sin parar. Teníamos hambre – o al menos yo – así que antes de llegar, paramos en una casa de comidas y pedimos empanadas. Creo que ni mastiqué: comí seis empanadas como si nada y después tomé dos copas de un Cabernet bastante bueno. Ella solo comió dos y se disculpó por comer con agua. Dice que no puede comer sino es con agua, porque cualquier otra cosa le cae mal.
Apenas pusimos un pié en casa, sonó el teléfono. Atendí: un amigo proponía que el fin de semana nos juntemos a comer y a ver cine de terror. Pensé que no habría problemas, total la superación del miedo, mi novia, ya lo había logrado. O al menos eso creí, cuando volvíamos a casa. Le comenté el plan y no puso ninguna objeción. Ni siquiera consultó el titulo, ni sinopsis. Era la libertad absoluta: no más censura al terror japonés, ni a los bodrios bizarros españoles, que me gustaba mirar.

Finalmente nos reunimos en casa. Éramos seis. Había buen caudal de películas truchas y buena bebida. De la cocina, asomaba un olor rico, o eso era lo que decían mis amigos. Un lomo con crema esperaba para ser servido en la mesa.
Mientras cenábamos, cada uno hizo una pasada de cómo había conocido a su novia y ese fue el momento, donde mi animo se fue al tacho. Empecé a tomar una copa atrás de la otra, sin hablar una solo palabra. Mi novia miraba para abajo y de a ratos masticaba algún bocado. “¡¿Nos va a hablar?!”, interrumpió, mirándome fijo. Intenté un gesto tranquilizador pero no hubo caso y seguí en silencio. Nadie entendía e intentaron llevar la conversación para otro lado. Tarde. Ahora, ella, quería que hable y pedía “que me hiciera cargo” de lo que era. La persecución ya no estaba siendo agradable, no me quedó más remedio que contar para que no se siga extendiendo y la reunión se vaya a la mierda.

La historia viene así: antes de ser mi novia actual, fue mi amante. Entonces nunca quiere hablar o rememorar como nos conocimos, porque tiene temor a que vuelva a suceder, pero que esta vez la amante… “¿No hay helado?”, preguntó un amigo, a mitad del relato. Contesté que no muy rápido y para zafar del tono inquisidor, que estaba tomando la conversación, propuse ir a comprar helado.
Quedaron las chicas en casa y nosotros fuimos en busca del helado salvador. Cuando regresamos, la conversación había virado a la política, por suerte. Sin interrumpir nada, acomodé el living, bajé las luces, serví unas copas y terminamos todos frente al televisor.
La película no estuvo mal. Tuvo pocas partes de miedo. Cabeceé bastante. Mi novia, en cambio, estuvo aferrada al sillón y en algunas partes amago con taparse los ojos, pero finalmente logró sobreponerse al miedo.

Pusimos una segunda película, pero aguanté hasta la mitad. No tenía más cigarrillos y fui, solo, hasta el kiosco. Compré dos atados, pasé por la puerta del cine y estaba ella, con el pelo suelto y sus manos dentro de los bolsillos del tapado. “Parece que la cena estaba entretenida”, dijo burlonamente. Nos miramos, ella menos tiempo, y la besé. Ojala no tenga amigos que cuenten como se conocieron, supliqué.