sábado, 16 de marzo de 2013

Un vigilante


        

Después del séptimo cigarrillo, su boca olía a chimenea. En cualquier momento llegaría su hijo y para poder saludarlo tendría que enjuagarse un poco. Al niño no le gustaba el olor que tenía el cigarrillo. Cuando miró la hora, el octavo estaba al caerse. Venía bien con el tiempo. Igual, dejó un chicle de menta y un vaso de vino, por si acaso. Mientras pitaba sin cesar, leía un mail que encontró en la bandeja de correos no deseados. No era habitual que leyera mails de ese sector  -los borraba sin mirar - pero en este caso le llamó la atención, el remitente y el asunto. Era de un alumno de latín, al cual le dio clases particulares dos o tres veces para ayudarlo a hacer una traducción. Al avanzar en la lectura detectó, que no se trataba más que de palabras melosas con el solo fin de invitarla a salir y lo dejo por la mitad.  
Sonó el timbre antes de lo esperado. Intentando pelar un chicle contestó “ya va”. Abrió la puerta y su hijo se abalanzo ante ella, hundiéndose en un profundo abrazo. El padre del niño con total parquedad solo dijo entre dientes…
-hablamos el viernes que viene.
Apretó el botón del ascensor varias veces, porque no funcionaba bien y mientras esperaba a que se haga presente, regreso hasta la puerta para despedirse del niño. Puertas adentro intento sacarle información a su hijo, acerca del padre. Mientras el niño, concentraba sus energías en los juegos de la computadora, le preguntó varias veces que habían hecho el fin de semana; es decir, si estuvieron solo ellos dos o si hubo más gente. No contestaba al instante, entonces insistía con las preguntas hasta que el niño solo dijo: “Ay mamá, hicimos lo mismo de siempre. Fuimos a la cancha, después un torneo de play station con los amigos de papá y después dormimos”. Esta respuesta fue toda la interrupción que hizo a los juegos. La mujer no intentó más nada, porque sospechaba que el padre lo había preparado para no hablar.
Mientras el niño esperaba que la – lenta – computadora, cargue los puntos de lo que había sumado por pasar de pantalla, le llamó la atención una luz titilante que no paraba de llamar la atención. Apretó para ver de qué se trataba y leyó un mensaje abrumador: “Voy a sacarte la tenencia de tu hijo, por puta y descuidada”. A los gritos llamó a su madre y solo señalo la pantalla. No podía parar de llorar. La madre rápidamente cerró todo como pudo y calmo al niño.
-Eso te pasa por andar viendo cosas que no te corresponden – dijo en forma de reprimendas
- Es que me llamó la atención la lucecita – señaló secándose algunas lagrimas
- bueno ya está, no pasa nada.
- ¿Quién es ese tipo mami?  Tengo miedo.
- No es nadie, solo uno de los tantos maniáticos con los que me crucé en la vida.
Te pido por favor que no vayas a contarle nada a tu padre; ¿queda como secreto entre madre e hijo?
-Te lo prometo – contestó abrazándola.
Para salir de la situación incómoda propuso comer algo. El niño con una sonrisa que cubría toda la cara, saltó del sillón hacia la mesa. La heladera estaba vacía, debido a que no pudo realizar la compra del mes, así solo quedaba pedir comida al delivery: “Mc Donalds”, gritó sin dudar. Maldiciéndose por no haber comprado la comida del mes, llamó sin opción. La demora sería de casi cuarenta minutos y como no le gustaba esperar, las alternativas eran hacer ejercicios de percusión u ordenar la casa. El niño molesto, tapó sus oídos al grito de: “Basta de ruido, mamaaaa….” Entre cosquillas para pasar el tiempo hasta que llegase la comida, escucharon unos gritos que venían desde la calle. Desde el balcón, vieron una moto tirada, un auto parado y un tipo agarrándose la cabeza: “¡cómo te vas a cruzar así, pendejo!” Las sirenas no tardaron en musicalizar la cuadra; policías, ambulancia, etc. El niño vio que el atropellado, era el chico de Mc Donalds. Al bajar, la mujer preguntó a uno de los vecinos se había podido ver como ocurrió todo, pero nadie supo decirle nada, exactamente, sin caer en supuestos. La policía revisando la moto, encontró que en la caja donde se trasladan los repartos, había un arma: “¿quién pidió delivery?” Inmediatamente, la mujer levantó la mano con temor
-Señora se salvó de que la asalten – dijo heroicamente el policía.
Agradecida por el azar, se persignó y tocándole la frente a su hijo, entraron rápidamente.
-Mami, me parece que el chico estaba muerto. No se movía – Dijo sin inmutarse
- ¡Ay, por dios! No digas esas cosas. Además no sabemos porque lo vimos de lejos, eso se va saber después.
- Pero te digo que igual nunca se movió mientras estuvimos abajo – insistía el niño.
- ¡Basta! No me gusta hablar de esas cosas.
Sonó el teléfono y ambos dieron un pequeño de salto por el miedo pero termino en sonrisas…
-Hola.
- Como te salvaste, hija de puta – Contestó una voz ronca.
Colgó el teléfono inmediatamente. Su mano temblaba.
-¿Quien era mami? – preguntó el niño, tirado en el sillón.
Tardó en contestar, porque no sabía que decir. De espaldas al niño, esperó que su cara de espanto se redujera a algo más amigable.
-No era nadie importante. Encuestas políticas – Trató de disimular como pudo.
- ¿Y porque tiraste el teléfono para colgar y te quedaste un rato mirándolo?
- ¡Te dije que no era nadie y basta! – Gritó enojada.
Se fue rápidamente a la habitación y cerró la puerta con llave. Quedó sentada, tomándose ambas piernas. Desde la mesita de luz provenía una vibración; el celular estaba sonando sin parar. No quiso atender. La llamada decía número desconocido y era la número diez. Pensó en tirar el celular por la ventana, pero luego recordó que tenía muchos números importantes que le llevaría mucho tiempo volver a tener. No aguantaba más que siga vibrando. Tomó coraje y atendió.
-Hola.
- Por fin, nena ¿Vas a seguir resistiéndote a darme la tenencia del niño? – Sonrió perspicaz.
- ¿Hasta cuando vas a seguir con esto? ¡Sos una basura!
- Hasta que tenga los resultados del ADN – volvió a reír cuando contestó.
- Jamás voy a permitir que te lo lleves – Dijo apretando los dientes.
El niño golpeando la puerta entre llantos, pedía que lo dejara pasar.
-Déjame hablar con él. Voy a explicarle la verdad – Su tono de voz era cada vez más amenazante.
- ¡Déjanos en paz! ¡Hijo de puta!
- Anda y conta la verdad.
Cortó el teléfono y se dejó caer bocabajo en la cama. Desgarrada en llantos pensaba soluciones, ante las avanzadas del maniático alumno de latín. Una vez calmada salió de la habitación y sin dar demasiadas explicaciones, le dejo al niño que se quedaría por tiempo indeterminado con su padre. Con el niño detrás preguntándole a más no poder, preparó todas sus cosas y salieron directo hacia allá. En el camino, por supuesto, su hijo pedía explicaciones de todo lo que estaba pasando y la única respuesta que obtenía, es un seco: “todo esto es por tu bien”. A pesar, igualmente, de los llantos constantes por saber algo más, la boca de esta mujer se limito a contestar siempre lo mismo. A pocas cuadras de la casa del padre del niño, se alcanzaba a ver una cantidad de gente que se aglomeraba en la puerta; policías que vallaban la zona y algunas cámaras de televisión. Con cierta sorpresa, preguntó a cuanta persona pudo que había pasado, pero nuevamente las respuestas no fueron solidas. Solo eran bolas de chismes que fueron creciendo. Llegando hacia la puerta, escuchó: crimen pasional, suicidio, ajuste de cuentas, Traición, etc. Cuando quiso pasar a la casa con el niño de la mano, la policía no se lo permitió.
-Soy la ex mujer – dijo como carta de presentación.
- Lo entiendo señora, entonces lo mejor va a ser que no pase. No creo que quiera ver la atrocidad que hay allí dentro.
- Dígame que paso ¡por dios!
- Cuando estén finalizados todos los peritajes, se le dará el informe correspondiente. Mientras tanto no se puede dar ninguna información, hasta tanto no se tengan ciertas certezas.
- Pero no me haga esto, necesito verlo  – Dijo desesperada.
- Señora acompáñame – dijo el policía sin dar explicaciones.
Corriéndola de todo el amontonamiento de gente, le entrego una nota que estaba dentro una bolsa de celofán
-Esto estaba sobre el cuerpo, puesto en el cuello de la remera. Podría decirme que significa la palabra del final de la nota – invitándola a leer lo que allí estaba escrito.
La nota decía:   “Decí la  verdad ¡Advigil[i]!
Presentar esto ante quién corresponda.
Con cariños a mi profe”.
La mujer perturbada por la nota, en medio de un estado de shock, Gritó: “Hijo de puta”.


     



[i] En latín significa, otorgar cuidado o atención a algo. Estar atento. 

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