lunes, 4 de febrero de 2013

Pulverizador de mandibulas

Afamado por su ultimo combate callejero. La puerta de su casa estaba poblada de vecinos que le reprochaban actos de violencia contra sus hijos. Incluso, algunos, llamaron a la televisión para realizarle un famosisimo "escrache". La realidad es que le costaba salir a la puerta. La fachada de su casa tenía más de tres docenas de huevos. Ademas los gritos de "pulverizador a la prisión" no se hacían esperar; era el leitmotiv de cada una de la multitudinarias protestas.
Dicen que la vehemencia de esta persona no tenía escrúpulos. Una historia muy popular que siempre se recuerda, fue en una de las tantas peleas callejeras, cuando sin ningún tipo de pudor hizo que su oponente lamiera su miembro enfrente de todos los vecinos que presenciaban este encontronazo. A pesar de verlo agonizar después de tamaña paliza, no titubeo un segundo en terminar el espectáculo de esta manera. Tan terrible fue para todos ver esto, que inevitablemente uno de los vecinos llamó a la policía. En las declaraciones que le tomaron, lo primero en preguntarle fue porque realizo tamaña atrocidad. Y así, entonces, comenzó con la explicación..."Volví de jugar al futbol con mis amigos. Cuando entré a mi casa, llamé a mi mujer varias veces para ver si había alguien. Como no contestó nadie (aclaró que también vivía su hija con ellos) subí a la habitación para descambiarme y bañarme. Mientras subía, escuché la risa de mi mujer. Me apuré, porque me pareció raro que no me haya contestado, y al abrir la puerta de la habitación la encontré con un tipo encima de ella. Cuando vi esto, no aguanté la rabia. Me tire arriba del tipo y bueno se dio lo que todos saben..." al terminar la declaratoria y ver que un policía no paraba de teclear su remington, preguntó cuanto tiempo más tenía que quedarse allí. El policía levantó la mirada y de forma cortante contestó: "Lo suficiente, hasta que averigüemos sus antecedentes". Sentado en una silla incomoda, después de esta respuesta, agachó la mirada, hasta que se quedó dormido. Estuvo un día demorado en la comisaría por este hecho. Al salir de ese agujero anti adrenalinico, como le gustaba llamarlo. El comisario desde la puerta, mientras lo veía irse, le dijo que se cuidara porque estaría vigilado de cerca. Es decir que si recibían alguna queja más en donde este involucrado iba al "agujero". De regreso, condujo sin demasiados lamentos. A mitad de camino, antes de llegar a su casa se produjo el detonante emocional; algunas lagrimas se derramaron por sus mejillas. Mientras estacionaba a la vuelta, limpió su cara y espero que se fuera lo colorado de los ojos. No quería que su mujer viera el estado en que estaba. Más bien necesitaba demostrar un manto de crueldad ante ella. Con sus llaves dispuestas para abrir la puerta, escuchó a su mujer que estaba por salir. Se escondió detrás de unos arbustos que estaban cercanos a la entrada y vio a este hombre, saliendo, y detrás a su mujer acomodándose el jean. Se saludaron con un beso intenso y escuchó que decía: " No quisiera que te vayas, pero si regresa mi marido ya sabes como puede terminar esto...No quiero que pases más una situación como la de ayer y yo quiero dejar de usar lentes de sol cuando no lo hay..." cuando este se alejaba a su auto, corrió y jalando de su brazo, volvió a besarlo con más intensidad que antes.
No entendía nada. Pensó que después de su acto violento no volvería a ver a su mujer con este tipo. No quiso entrar inmediatamente para no provocar una catástrofe, así que fue hasta el cine que estaba en la peatonal y eligió ver una película europea. Duró casi tres horas. Estaba más relajado como para volver a su casa.
Al abrir la puerta vio que del baño provenía un vapor intenso. Prefirió no decir nada y subió hasta allí. Su mujer al verlo, lo saludó con pocas ganas. Siguió sumergida en las sales de la bañadera.
- Que gustosa fragancia - dijo como si nada.
-¿ Enserio te gustan? las compré hace unas semanas. Creo que te lo había dicho, pero vos como siempre...
- Si ya sé: No me acuerdo de nada.
- Ves que sabes cuando queres - contestó con pocos ánimos.
Tras este dialogo corto, se recostó en la cama. Ella, salió de bañarse y se vistió rápido.
- ¿Te vas? - preguntó de manera voraz.
- Estoy harta de tu persecución ¡quiero el divorcio! - contestó solemnemente.
No dijo nada al respecto. Tan solo se mantuvo acostado, viendo como se iba dando un portazo. Sabía que iba a ver a este tipo, pero si reaccionaba como la ultima vez pasaría el resto de sus días en la cárcel. Pese a esto, el instinto depredador pudo más. Rapó su cabeza y se sacó algunos pelos sobrantes de la cara. La ropa seleccionada fue uno de los trajes, obsequiados por su difunto abuelo. Una vez listo, besó la frente de su mujer de una de las fotografías que se lucían en las paredes de la habitación. Con gestos totalmente idos, subió al auto. Puso el cassette de Jazz del cual era fanático y emprendió la marcha, con el destino totalmente claro. A mitad de recorrido se detuvo por un semáforo rojo y a su lado un vehículo con dos personas gesticulando con intenciones de jugar una carrera. No le dio importancia. Los dejó adelantarse y antes de doblar hacia la calle que tenía que ir, vio como este auto se estrellaba contra un poste de luz. Cuando llegó a la casa de este hombre, no se sorprendió al ver el auto de su mujer estacionado en la puerta. Hizo sonar sus dedos y descendió del auto. La puerta de la casa se abrió y lo vio salir con su perro. Acercandose lentamente sin  decir nada, este hombre pensó que era uno de esos que tocan la puerta para venderle discursos religiosos.
- Señor, hoy no estoy con tiempo para escuchar sus propuestas divinas - se atajó al verlo cada vez más cerca.
Igualmente, pese a escuchar esto, continuo caminando hacia él, con más aversión que antes. Pateó al perro, volandolo unos centímetros y sin dejar aliento alguno, golpeó su cara una y otra vez. El puño rebotaba sin cesar en boca y nariz. La sangre se desparramaba a chorros por las comisuras de los labios. Ante las suplicas, hasta que no lo vio moribundo no se detuvo y como si fuera poco sucedió la calamidad nuevamente. Esta vez, como este hombre no pudo reconocerlo por su cambio en la cara y en la ropa, le dijo - sacando su miembro - "tal vez me recuerdes por esto" y lo introdujo en su boca, mezclándose con la sangre, que seguía cayendo sin parar. Las personas al escuchar los gritos de ayuda, salieron a la calle. También salió su mujer, que con lagrimas en los ojos y empuñando un arma, hizo que la mirara. Quedo con las manos en alto, intentando que bajara la pistola, pero no hubo caso; cayó arrodillado en la zanja.                

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