viernes, 7 de febrero de 2014

Matarlos a todos y hacer caridad


(Escenas de un colectivo agitado)

Ya estaba fastidioso. El colectivo no venía, al lado tenía una señora, que al parecer esperaba el mismo colectivo y no paraba de protestar contra la nueva generación en gestación. Otra señora la acompañaba y asentía cada una de las cosas que decía; incluso agregaba alguna misiva, tal como: “esto con los milicos no pasaría”. Mientras hablaban miraban hacia donde estaba, esperando que dijese o acotara algo. Al principio, debo reconocer, iba a putearlas pero después vi que venía el colectivo y concentré las energías en detenerlo, porque últimamente no te paran ni que te pongas delante. Las dejé subir, mientras parloteaban constreñidas por la cantidad de gente que no hace nada para mejorar. Traté de ubicarme lo más al fondo posible pensando que alguien les cedería el asiento pero al rato volví a tenerlas cerca de mí. Seguían como si nada.
- Este país es un desastre. Cada vez hay más gente que busca tener hijos para poder cobrar plata de arriba y lo peor de todo, es que esto lo pagamos nosotros. Los boludos.
- Eso no es lo peor, estimada. Acá el problema es que aparte de que se crían vagos, ahora esta de moda defender al delincuente – agregó mientras mascaba chicle con la boca cerrada y se abanicaba.
- Igual hablemos un poco más bajo porque quizás haya algunos sensibleros que siguen rompiendo las bolas con la izquierda – dijo sonriendo.
- Tenes razón – y también sonrió cómplice – Estos pibes de ahora piensan que van a salvar el mundo. Los dejan hablar mucho; son bastante maleducados.
Para colmo con esa cuestión de que entran y salen de las cárceles…la justicia se desmorona cada día un poco más ¡hay que matarlos a todos!

Algunos de los pasajeros alcanzaron a escuchar algunas cosas. Una mujer de cabellera enrulada, tenía la cara roja y los ojos encrispados. La observé un buen rato: se puso unos auriculares, revisó su cartera y sacó un celular - seguramente para contarle a alguien lo que estaba escuchando - A los pocos minutos se sacó los auriculares y los guardó rápidamente. Miró varias veces para ambos lados y acercándose a la puerta, no aguanto más: gritó en la cara de ambas “¡cállense ignorantes!”. Las señoras alteradas pero a su vez sorprendidas, no evitaron contestarle y se armó un debate acalorado.

- Por señoras como ustedes los proyectos no prosperan – arremetió la mujer.

Ambas se mostraron risueñas pero solo contestó una: la señora que protestaba sin parar en la parada del colectivo, la otra parecía más tímida.

- Entiendo su enojo, joven, pero sáquese las anteojeras y no se quede con el árbol. Vea el bosque. O me va a venir a decir que estamos bien o que los boludos de esta era no son las personas que trabajan…hágame el favor de no repetir lo que escucha – contestó la señora, recostada sobre el asiento.
- Usted es una fascista. Se la paso diciendo todo el viaje que hay que matarlos a todos. Se quejó de las familias que reproducen hijos, argumentando que lo hacen para ganar plata…
La verdad, la estoy tratando con respeto pero debería decirle que es una vieja de mierda.
Me niego a ensuciar la mierda.

Varios quisieron participar; algunos decían cosas a lo lejos pero sin ningún tipo de fuerza. Demasiado flaco. Reproducían lo que podía quedar en un simple estado de facebook. La mujer pedía a estas personas que sostengan lo que decían y en ese momento solo se limitaban a putearla. La mayoría de los pasajeros intentó alguna agresión física; estaban inquietos, se miraban como impotentes, estiraban los cuellos de sus remeras y se despacharon de forma peyorativa: “zurdita de cuarta”, “esta seguro que es de esas feministas insoportables”, “debe ser lesbiana”. La mujer cargó contra toda la intifada, respondiendo a cada una de ellas.

Me faltaba poco para bajar. Las mujeres seguían discutiendo. Escuché hasta donde pude pero tuve que enfilar hacia la puerta, el colectivo estaba lleno y mi destino ya era próximo. Toqué el timbre. Las señoras bajaron conmigo. Caminé detrás varias cuadras y cuando nuestros caminos se separaban en la esquina, la más tímida estiró la mano a una lata que estaba al lado de una persona que dormía tapada con cartones, luego se hizo la señal de la cruz, saludó a su amiga y se metió en un supermercado.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario