jueves, 20 de junio de 2013

Un Naufrago delirante

    


El bebe quedó flotando en la balsa. Mientras la corriente lo llevaba mar adentro, la madre gritaba sin parar que alguien la ayude. La gente que presenciaba la escena no hacía nada, algunas mujeres lloraban y gritaban por la desesperación pero el bebe cada vez se alejaba más. El barco seguía con su música cálida (Digresión: imaginemos película... ¿Titanic?) y con algunos tripulantes que todavía no habían advertido tal situación. La madre corrió hacia la popa del barco a los gritos e intentando sacar unos de los botes que de allí colgaban se cortó un dedo, pero igual siguió forcejeando hasta que logró que uno de ellos se desprendiese y cayera al agua. Descolgó un salvavidas y se tiró hacia el bote, algunas de las personas que viajaban no pudieron evitar ver la tamaña desesperación de la mujer, así que desprendieron algunos botes más y oficiaron de ayuda. Cuando se alejaron unos metros del barco una sirena comenzó a sonar muy fuerte, logrando que ahora si todos advirtiesen que algo sucedía. Todos los tripulantes se acercaron hacia la parte de atrás del navío para observar lo que se había desencadenado. Uno de los capitanes con un megáfono daba la orden de que regresen al buque y los dejaran actuar a ellos, pero nada de esto fue acatado, ahora la madre del niño era quién daba las órdenes. Remando fuera de sí le gritaba a su hijo que resista y mientras secaba sus lágrimas, vio que cercano al botiquín había unas luces de bengala. Inmediatamente se apoderó de ellas y las repartió a los demás botes que la acompañaban. La primera bengala la encendió cuando consideraron que se ya se habían alejado lo suficiente del barco en donde viajaban. Entendía que serviría de más ayuda. En otro de los botes encontraron un megáfono que también sirvió para continuar haciendo bullicio. Una de las lanchas de la guardia marina llegó para tratar de poner calma y que no sucediera ninguna desgracia por actuar desesperadamente, a lo que la madre con total vehemencia gritó: “¡Hijos de puta, mi hijo está en peligro y vos me pedís tranquilidad!”.Para ese entonces habían llegado los refuerzos, que a través de trabajos intensos lograron hacerse del niño. Aunque después hayan tenido el trabajo adicional de calmar a la madre del terrible ataque de nervios por el que estaba atravesando, la situación logró normalizarse. Una vez todos en tierra firme, la guardia marina buscó testigos para la indagatoria de lo sucedido. Muchos no quisieron prestarse, aduciendo severos problemas de nervios por el mal momento y solicitaron la guardia médica. La madre del niño pedía irse a los gritos con su hijo: “Estoy bien, solo necesito ver a mi hijo”, Sollozaba. Nadie hizo caso a su petición y le indicaron que se tranquilizara porque ahora tendría que contestar algunas preguntas acerca de lo sucedido. Solicitó como condición para responder el interrogatorio, poder tener al hijo en los brazos.Con la gente ya dispersa y con muchos de ellos abrazándose a familiares que los habían creído en problemas por lo que decía la televisión, trasladaron a la madre del niño a una de las oficinas para poder comenzar con las averiguaciones y dejar el correspondiente documento. Los tratos hacia a la mujer habían cambiado, debido a que no olvidan sus malos tratos al momento de ayudarla. La sentaron en una silla de mimbre media venida a menos y con su hijo en brazos como había solicitado, dijo: “Ahora sí”.

- Como entenderás el hecho de que tu hijo termine en una de las balsas de emergencias en el medio del mar, nos parece muy extraño, así que vos nos dirás… - abrió el dialogo el oficial.

- En realidad no recuerdo mucho, porque sufrí un estado de shock en ese momento.

- Entiendo, pero vas a tener que hacer un esfuerzo porque si no vamos a tener que sacarte la tenencia de tu hijo – presionó.

La mujer nerviosa comenzó a derramar algunas lágrimas.

-Me recuerdo bailando con un muchacho apuesto que me invitó a acercarnos a la barra del bar y tomamos algunos tragos…

- Vamos ¿Qué más?

- ¡Despacio! Estoy tratando de recapitular cada cosa que sucedió. Después de hacernos de algunos tragos, nos sentamos y empezamos a hablar de literatura. Era escritor.

- ¿Y su bebe donde estaba?

- Lo había dejado en la guardería del barco.

- ¿y sabiendo que iría a dispersar su mente, que hablaría con muchachos y tomaría alcohol, igualmente decidió ir con su hijo? – Intimidó a la mujer.

- Es que mi madre tiene cáncer y mi ex marido no sabe ni cómo cuidarse el, así que no me quedo opción. No tenía a quién dejárselo.

- ¡Esta bien pero igual sigo sin entender! Si su hijo estaba en la guardería y usted hablando con esta persona ¿me quiere decir como termino en el medio del mar con una balsa?

- Es que no lo sé – dijo entre lágrimas.

- Señora de que siga así, el futuro de su hijo cada vez va a depender menos de usted.

- ¡Por dios! ¡Ayúdeme! – Se paró a los gritos.Rápidamente los médicos de la guardia se acercaron y aplicaron una inyección a la mujer para tranquilizarla.

-No deja de hacer todo mal – gruñó el oficial y pidió que le sirvieran una bebida fuerte.

Para ese entonces la mujer con una fuerte dosis inyectada, igualmente pidió un trago de lo que tomase el oficial y le negaron el pedido.

-Hasta que no me digas que pasó no nos vamos a ir – dijo ya cansado de las distracciones de la mujer.

- Ya le dije, oficial. Estaba hablando con el muchacho de literatura. Me decía que le gustaba mucho Garcia Marquez y Faulkner, pero que si había algo que le gustaría hacer es experimentar lo que sucede en relato de un naufrago y que el viaje que estábamos haciendo era un buen momento para hacerlo.

- Ya entendí eso y aplaudo tu interés por ese arte, pero no me decís nada de lo que pasó.


- ¡No sé que más decirle! Si espera que le diga que estábamos borrachos…si estábamos borrachos y tuvimos sexo ¿Qué más quiere saber?

- ¡Como término su hijo en el medio del mar con la balsa de emergencia del barco!

- Recuerdo que nos paramos y tambaleándonos fuimos a buscar al niño a la guardería. Fuimos los tres a la parte trasera del barco, el muchacho fumó un habano y me dijo: “¿Qué hacemos?” no entendía nada de lo que me preguntaba ¿Qué hacemos con qué, le dije. Y sin decirme nada me quitó al niño de los brazos, cortó con un cuchillo el sostén de un bote y se tiraron. Lo único que pude hacer en ese momento fue gritar pero nadie me escuchaba porque la música estaba muy fuerte, así que corrí hacia el salón donde estaban todos para pedir ayuda y eso fue todo.

- ¿Eso fue todo? Por dios, usted está loca; ¿Ese tal hombre donde quedó ahora? – preguntó enfrentando a la mujer.


- Se habrá tirado del bote para que no lo culparan.

Indignado el oficial ordenó que encerraran a la mujer y pidió la presencia de un psiquiatra. La mujer insistía con que era la verdad y seguía diciéndole al oficial que el hombre estaba loco y quiso hacer de su hijo un naufrago. Nadie escuchó estas últimas declaraciones y encerraron a la mujer momentáneamente en un calabozo, para poder trasladarla a un hospital psiquiátrico y al niño a un orfanato. Esa noche el oficial envuelto en medio de una profunda tristeza, porque estaba convencido de que la mujer quiso abandonar a su hijo como los tantos casos que escucha, optó antes de irse a su casa, caminar y fumar. Se detuvo en el puente y dejo los brazos colgando, mientras miraba los barcos que pasaban. Al llegar a la última pitada del cigarrillo, bajó por una rampa hacia la orilla del mar. Con un viento que se calaba en sus huesos, miró hacia el cielo y al cerrar sus ojos dejando abstraer su mente, escuchó unos gritos. Cuando llegó al lugar había mucha gente amontonada, entonces pidió permiso mostrando su identificación hasta que llego al centro del circulo que conformaba la gente y vio un cuerpo llenó de algas y barro, con una remera que tenía una leyenda hecha a mano: “La vida es un naufragio”.               

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